miércoles, febrero 14, 2018

El atómico Ott

En una venta de píñatas los  átomos son teatrales

Nadie puede negar, salvo que sea un mezquino, que el periodista Gustavo Ott (Caracas, 1963) es un triunfador con todas sus letras en las lides teatrales. Lleva una década viviendo y trabajando en Estados Unidos, donde es docente en Washington, además de haberse convertido en “la quinta rueda” del Teatro Gala, destacada agrupación hispana de la capital estadounidense. Y en medio de ese exilio voluntario- felizmente casado y padre de una jovencita- ha proseguido escribiendo sus originales piezas y viéndolas casi todas en la escena, bien sea en el Teatro General San Martin de Caracas (sede de su grupo Textoteatro) o en otra salas, dentro y fuera de Venezuela. Es, pues, dramaturgo exitoso sin lugar a dudas, que tiene una bonita colección de premios por sus aciertos, además de los dólares ganados en justas competencias. Un migrante voluntario que tiene todavía mucho que dar a las letras hispanoparlante, porque además es novelista.
REPOSICIÓN
Advertimos esto porque ahora hemos visto la reposición de su obra A un átomo de distancia (2011), estrenada en el Teatro General San Martín durante la temporada 2016, según la puesta en escena que fraguó Rubén León. Este director ha subrayado que con el remontaje 2018, donde participan Maria Brito, David Villegas y Margareth Paola Aliendres, que es como “un thriller dentro de un túnel envolvente”, se pretende hacer que los espectadores entren en una especie de déjà vu con tensión, en un instante y con un protagonismo del que no puedan evadirse; cada quien tendrá que formularse respuestas y preguntas, buscar verdades pero también mentiras. “Me recuerda mucho ese efecto del arte ingenuo que, de fondo y sin mostrarlo, guarda algo devastador. Y en la mirada atenta, sostenida, aparece el macabro. Un macabro hermoso y latinoamericano que contamina todo el espectáculo”.
 A un átomo de distancia no es más la saga de la desaparición de Alina, una niña de seis años, lo cual desencadena una trama policial envuelta en memorias simultáneas y mundos paralelos que, junto con el tema del abuso, el maltrato y el crimen, convierten a todos en sospechosos y en culpables, aunque no lo sean. La pieza, que transcurre en una piñatería, a lo largo de cinco actos o cuadros, durante tres días de ficción teatral, permite que sus tres personajes (Luis, Teresa y Valentina)  muestren las bondades y sus miserias típicas de un típico mundillo tercermundista, quienes en sus diletantes charlas cotidianas, como ha dicho Ott, “abordan uno de los temas más inquietantes de la ciencia y la artes actuales: la naturaleza de la 'realidad', que ya no nos parece tan segura, ni estable, ni confiable como pensábamos".
Es una pieza donde se coquetea con los mundos paralelos, un tema muy frecuente entre los aficionados a la ciencia cuántica y eso puede crear una cierta confusión entre la audiencia, pero cuando lo atrape ansiará su desenlace, ya que se trata de la desaparición de una niña.  
 Hay que puntualizar que A un átomo de distancia ganó el VIII Premio de Textos Teatrales FATEX 2012, de Mérida, España. Fue editada por el Gobierno de Extremadura, la Diputación de Cáceres, y FATEX, con prólogo de Miguel Murillo Gómez y presentada en el Teatro López de Ayala de Badajoz, donde su autor recibió el VIII Premio, dotado con 4.000 euros (5.232 dólares), el 24 de octubre del 2012.
VALIOSA GENERACION
 Ott ha dicho que “todos los que escribimos hoy hablamos sobre la belleza, y en esa belleza entran nuestras percepciones no solo sobre el país sino además sobre la justicia, la libertad y el odio”, y reiteró que el teatro criollo y especialmente su dramaturgia gozan actualmente de grandes talentos, por lo que merece reconocimiento y apoyo de toda la sociedad venezolana.
Para la publicación TalCual, Ott comentó que él y otros intelectuales son   testigos de la más extraordinaria y numerosa generación de jóvenes artistas que haya tenido el teatro venezolano en toda su historia. “Abarcan todos los ámbitos, especialmente la actuación y dirección, pero también la dramaturgia, que de todos modos va de la mano con la madurez. Pero ahí están y ni siquiera es posible nombrar algunos porque son muchos. Son la dinamo del teatro venezolano y consecuencia de una escuela venezolana con maestros de primerísima línea que si estuvieran en otro país tendrían monumentos de gratitud. Estos chicos han nacido de la crisis y se expresan con rigurosidad y técnica. Yo estoy maravillado como cuando miro por el telescopio. De pronto, te das cuenta de que son más de lo que pensabas o estabas preparado a admitir. Las estrellas, claro. Y ellos también. Esa generación es superior a la mía y debemos hacer todo lo posible para ayudarla y reconocerla”.
Y para silenciar rumores malintencionados enfatiza que una obra que se estrene en Venezuela y que hable sobre el Himalaya es, fundamentalmente, una pieza nacional. “Habla sobre el país. Su metáfora está atada a su creador, su época, su vida. Además, los espectadores, a través de las redes, también son participes de su tiempo y país y están muy entrenados e informados. Viven a diario el discurso nacional, político, dan sus opiniones, no necesitan que un escritor se las repita sobre un escenario. Pero no hay que olvidar que todos los que escribimos hoy hablamos sobre la belleza, y en esa belleza entran nuestras percepciones no solo sobre el país sino además sobre la justicia, la libertad, el odio: los grandes temas universales que son también locales y mucho. Siempre en tu época más que en cualquier otra”.
EL MONTAJE
El espectáculo, que es llevadero en sus 90 minutos, no deja oportunidades para distraerse o aburrirse porque atrapa a la audiencia de principio a fin, gracias a la simplicidad de su puesta en escena y a la veracidad de sus actores con sus impactantes personajes. La clave de un buen espectáculo teatral es que el cuento este bien echado, tal como ha sido practicado desde los antiguos griegos hasta los tiempos presentes. Su trama, con la patética desaparición de una niña, y la extraña actitud de un personaje, atrapa a la audiencia, que sale beneficiada por la habilidad actoral de los comediantes ahí involucrados. No hay tiempo para distraerse, a pesar de que el espacio escénico sufre cambios o alteraciones ante la vista del público.
De Maria (Teresa) y David (Luis) no hay nada nuevo que decir, salvo que ya son auténticos veteranos con los personajes que les ha escrito Ott, pero quien que si nos sorprendió fue Margareth Paola (Valentina), a quien nunca habíamos visto en las tablas; es todo un prospecto de primera actriz.
La pieza tiene su moraleja y es que este mundo repleto de dudas o de ambivalencias no hay inocentes, todos están para ser examinados porque un asesino brota en cualquier instante, todos están bajo investigación.

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