miércoles, noviembre 22, 2017

Recordando a Rafael Guinand

El elenco de Luis Domingo González.
El homenaje oportuno al escritor y artista Rafael Guinand, por parte de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), termina. Queda en el repertorio de la institución -fundada y puesta en marcha según los decretos 133 y 134 del 22 de mayo de 1984- su obra El rompimiento, la cual será escenificada, seguramente, en temporadas posteriores, en cualquiera de las tres versiones logradas por Luis Domingo González, Livia Méndez y Arturo Santoyo, quienes hicieron sus primeras presentaciones en el teatro Nacional, en un patio de la casa Natal del Libertador y en la caraqueña plaza Bolívar, con desenfadado talento actoral por parte de Citlaly Godoy, Zair Mora, Randimar Guevara, Rosana Marín, Jhuraní Servellon, Andy Perez, Angel Pelay, Wahari Meléndez, Nitay de la Cruz, Juan Manuel Pérez Livia Méndez, Edilsa Montilla, Juliana Cuervos, Ludwig Pineda, Francisco Aguana, Orlandys Suarez, Dayana Cadenas Varinia Arráiz, Kala Fuenmayor, Maria Tellis, Trino Rojas, Kelvin Zapata, Larry Castellanos, Sandra Moncada, Ana González, Yaimira Martínez, Keudy López, Julio Enrique García y Marcela Lunar.
Este rescate del sainete venezolano no es más que la oportuna y sensata revisión de los estatutos de la CNT, la cual fue creada, precisamente, para apoyar la labor de los profesionales que han contribuido al desarrollo del teatro venezolano, así como propiciar la promoción y capacitación de los nuevos valores, ya que en repertorio debe incluirse la mejores obras del teatro criollo e internacional para el disfrute del público en todo el país. Se impone, pues, una temporada por varias ciudades de la geografía política y cultural de Venezuela.
IMITACIÓN CRÍTICA
No hay que olvidar que, como apunta la ensayista y especialista Mireya M. Vásquez Tortolero, que desde una perspectiva paródica, el sainete –obra corta cómica o burlesca del teatro clásico español-surge como correctivo cómico y crítico porque desmonta la noción directa y el enmascaramiento se devela. El sainete es, pues, una imitación irónica con distancia crítica. Aunque, en definitiva, es posible que el sainete ponga en el escenario las culturas marginales o periféricas y la potenciación del efecto paródico e irónico a través de la hipérbole en la construcción de los personajes caricaturescos.
Por ello, Rafael Guinand (Caracas, 1881-1957) desarrolla El rompimiento en la clase social media baja de una Venezuela de principios del siglo XX, donde plasman personajes de costumbres poco cultas. Sus sainetes llegaron a parodiar situaciones sociales y retratar tipos característicos cuyo perfil fue ironizado e invertido, lo cual lo convirtió en el más importante creador de personajes populares en la Caracas de su época y uno de sus mejores intérpretes en escena.
Sus personajes están arraigados en las zonas marginales o arrabaleras de la capital, precisamente cuando los derechos humanos, especialmente los de las mujeres no eran reconocidos ni tomados en cuenta, lo cual cambia a mediados de los años 40, con la reforma del Código Civil y el desarrollo social, político y económico que exigía mucha mano de obra, para lo que la mujer fue adecuada y utilizada.
En El rompimiento, estrenado en el Teatro Nacional de Caracas el 05 de enero de 1917, se muestra la doble moral expuesta a través del personaje caricaturesco Esparragosa, que es la excusa para representar las costumbres éticas y morales imperantes en la primera década del siglo XX en la capital. Detrás de este sainete se oculta una sátira aguda sobre el tipo de vida que hacían las madres y las niñas casaderas, el lleva y trae de los vecinos, el jovenzuelo que enamoraba a unas cuantas mujeres y a pesar de todo queda airoso de sus enredos.
La pieza de desenvuelve en la sala de una casa de familia de clase media baja, en la parroquia San José del año de 1912. El vestuario de los personajes va con la época. En el curso de la acción, en el seno de la familia Mota, se muestra la trampa de que es objeto Tomasita, sobrina de Ramona e Hilario, por parte de Narciso Esparragosa. Éste le hace creer a la joven que se casará con ella después de dos años de noviazgo, para así evitar los comentarios de la vecindad. Esparragosa es descubierto, por su doble juego amoroso cuando Catalina Mijares, amiga de Ramona, llega a la casa de ésta y en medio de la conversación queda en claro la situación que dicho individuo vive en las dos familias, además de estar engañando también a la hermana de Braulio, quien trabaja en la casa de los Mota. Quien asa dos conejos corre el riesgo de que uno se le queme, dice la moraleja popular.
Guinand fue, pues, uno de los mejores exponentes de las costumbres y características de la Venezuela de la primera mitad del siglo XX, dando así fuerza al costumbrismo criollo. Se reseña que en mayo de 1915 estrenó su obra Amor que mata, donde también actuó y fue un éxito de público. Hacia 1938, El rompimiento se llevó al cine y es una de las primeras películas sonoras venezolanas.
TRIPLETA DE EMOCIONESVimos, pues, como es nuestro trabajo, los tres montajes de El rompimiento de 2017.Abrimos fuegos, por así decirlo, con el montaje encomendado al director y actor Luis Domingo González quien nos había advertido que para “su entendimiento y capacidad”, el sainete bien escrito tiene una estructura teatral universal y mantiene una total vigencia para el público venezolano por la viveza criolla de sus personajes, como lo había detectado especialmente con El rompimiento. Su montaje resultó ser “tradicional” y su elenco cuidó mucho a sus personajes porque debían adecuarse al lenguaje y maneras sociales de la época. Se mostró al público, primero, en el teatro Emma Soler, de Los Teques, y después hizo sus presentaciones en el teatro Nacional, sede artística de la institución productora. “No acostumbro explicar lo que hago en el teatro y dejo al público que lo disfrute”, nos dijo previamente.
Y tiene razón González, pues su trabajo con la pieza de Guinand fue transparente y respetuoso de la esencia del texto, buscando un montaje tradicional, sin mayores alteraciones y cuidando el purismo de los personajes y sus actores, sin caer en exageraciones.
Después de haber visto los dos otros dos montajes posteriores, creo que esta versión de González es la más depurada, la que más exigió a sus intérpretes. Citlaly Godoy, Andy Perez y Nitay de la Cruz son un trío fundamental del espectáculo por sus virtuosismos histriónicos y su capacidades para improvisar, como los vimos en la capital mirandina, en un pre estreno, cuando se rompió el zapato derecho de Esparragosa y fue cubierto el incidente en medio de una habilidad de las manos de sus compañeros y las inteligentes morcillas aplicadas.
Arturo Santoyo, el más joven de los puestistas, quien trabajó con una puesta en escena no tradicional, no dudó en afirmar que el sainete, y en particular El rompimiento, es una pieza teatral de alto contenido critico a la sociedad de su tiempo y que también alude a la época actual venezolana, por su arquetipos, “porque seguimos siendo los mismos, cien años después. Hemos cambiado en el vestuario y en la música, pero las costumbres son las mismas. Mi montaje sale de los espacios escénicos tradicionales y buscar llegar o contactar al público más directamente. Lo debo mostrar en una casa colonial, en su patio central. Mi elenco ya captó la esencia de los personajes y lo que pretendía el autor”
Y lo consiguió. Nada menos que en un patio de la casa natal del Libertador lo mostró, pero cambió el sexo de Braulio y duplicó a Catalina, además, y exacerbó las caracterizaciones de los otros personajes, sin caer en la payasería, lo cual habría sido fatal. Quizás por los apuros típicos de los estrenos se olvidó del público, cosa rara, no estudió la correcta y comoda posición o ubicación de los espectadores, quienes tuvieron que permanecer esos 60 minutos parados y poder captar o conseguir la mejor visual. Es muy significativo que haya llevado el teatro a los lares o aposentos de Simón Bolívar, pero quizás se deba controlar, para otras ocasiones, la cantidad y la ubicación de los espectadores, parados o sentados en el piso, para mayor y mejor disfrute, porque el teatro se hace para la audiencia, al menos eso se espera con los sainetes. Nos satisfizo el trabajo de Keudy López encarnando al borrachito Hilario, y la performance de Varinia Arráiz como la crédula Ramona.
La directora y actriz Livia Méndez, vinculada a la CNT en la temporada de 1986, y quien ahora llevó su montaje musical a la plaza Bolívar, considera que el sainete es un pieza breve jocosa y tradicionalmente popular, “nunca pierde vigencia porque refleja siempre la realidad y retrata los arquetipos sociales”. Su montaje se exhibió en la plaza Bolívar caraqueña, donde sus actores además cantaron sus textos, durante la escenificación de una improvisada retreta con orquesta. Sus actores son “una maravilla” y así lo demostraron al público en la tarde de aquel histórico 19 de noviembre. Fue una función mágica, a pesar del sol y otras incomodidades naturales.
Aquello fue una fiesta popular por la habilidad del elenco convocado, donde los aplausos se los repartieron entre Francisco Aguana, como el desenvuelto Esparragosa, y Ludwid Pineda en un desopilante borrachito Hilario, compitiendo con Juliana Cuervos en su desenfadada Catalina como una cupletera en plan de venganza. Creemos que otras funciones en la plaza Bolívar deben reubicar mejor los actores y al público para la comodidad de ambos componentes básicos del espectáculo, lo cual es fácil de resolver.
El rompimiento está, pues, muy vigente, 100 años después. Y aquí recordamos las palabras que José Simón Escalona dijo en ocasión del montaje que con la CNT presentaron de El rompimiento de Guinand y Salto atrás de Leo, en la temporada de 1986: Los sainetes venezolanos no pudieron evolucionar desde su sencillez humorística hasta convertirse en grandes obras del mejor teatro nacional porque una inmigración extranjera los arrinconó y los suplantó con el teatro que era moda en Europa y Estados Unidos, a mediados de los 40.

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