domingo, noviembre 26, 2017

Ningún hombre es una isla

Angola Heredia ya alista  su estreno teatral de enero del 2018.
José Tomás Angola Heredia, teatrero con 26 años trepado en un escenario, ya anuncia algunos de sus proyectos artísticos y docentes para el 2018.
¿Desde cuándo en el teatro?
Debuté profesionalmente en 1991, de la mano de Gerardo Blanco y el grupo Bagazos, con Cupo limitado del mexicano Tomás Urtusástegui. Pero la primera obra que estrené como dramaturgo y director fue en 1992, en la Sala Alberto de Paz y Mateos, también con Bagazos. Se llamaba Los seres sobre las camas. Es decir, 26 años trepados a un escenario como actor y 25 como dramaturgo y director, intentando crear.
¿Qué está haciendo en estos momentos?
Con mi grupo, La Máquina Teatro, nos encontramos ensayando mi más reciente obra, Ningún hombre es una isla, que estrenamos en enero de 2018 en la Asociación Cultural Humboldt. Una pieza que toma la figura de Ernest Hemingway en sus últimos años, en su finca en Cuba, para adentrarnos en un tema que ha sido constante en mí escritura: el valor ante la vida y el valor ante la muerte. También subyacen otros argumentos: la ficción literaria como remedo de Dios y la creación, y el derecho que tenemos a ser felices. Me acompañan en esta aventura mi hermano en el arte José Manuel Vieira y Andrea Miartus. Produce el querido Carlos Silva. Además protagonizo y dirijo. Con piezas tan personales, me gusta tener el control creativo total para presentar un discurso que entre en la definición de teatro de autor. Es un proyecto que se vale en gran medida del video mapping y la escenografía virtual. Tengo varios años explorando el camino de las nuevas tecnologías aplicadas al teatro. Somos pocos los que hacemos eso en Venezuela.  
¿El dramaturgo nace o se hace?
Ambos caminos se complementan y son requeridos para desarrollar una carrera como dramaturgo. Se viene a este mundo con un equipaje, el talento, que mueve la pluma y la fantasía. Pero dejado todo a la intuición, el trabajo se estanca o queda trunco. Con el estudio y la preparación se adquieren las técnicas para explotar ese talento hasta sus últimas consecuencias.
¿El director nace o se hace?
Quizá aquí la pregunta es más difícil de responder. Los talentos originales asociados al director o al puestista son más difusos. Se requiere de sensibilidad, de capacidad reflexiva y sentido de la comunicación. Un director debe ser un gran lector, no un escritor. Su oficio está más cercano al del jardinero, que no crea las flores pero de él depende que surjan y crezcan. Luego en el estudio se aprenden las claves para traducir la palabra en imagen, para inspirar las atmósferas, para acertar los ritmos y engranar los sentimientos. Para ensamblar la sinfonía, aunque a diferencia del director de orquesta, en el teatro el director debe desaparecer humildemente una vez que se alza el telón y comienza la vida en el escenario.
¿Usted participa del proyecto educativo-formativo Escénica que lidera Gerardo Blanco?
Me entusiasma mucho este proyecto. A la cabeza está un hombre que respeto y admiro, Gerardo Blanco. Y como hombre de teatro y educador ha construido un diplomado que viene a llenar una carencia enorme que tenía nuestro medio. En Venezuela se estudia teatro o en carreras convencionales, muy teóricas, ceñidas a doctrinas pedagógicas antiguas y con referencias y criterios superados, o en cursos exprés muy introductorios y con poca hondura. No existía un punto intermedio, el diplomado, en donde se amalgamaran conocimientos teóricos con prácticas efectivas, extraídas de la experiencia constante sobre el escenario y no de la simple imposición del taller-montaje. Los programas han sido desarrollados por creadores con mucha experiencia real en la solución artística de problemas estéticos, dramáticos y psicológicos en los procesos teatrales que han abordado. Es entonces diferente el enfoque pues supe un ejercicio documental de enorme significación para quien asume el teatro como oficio. Yo dictaré la cátedra de dirección que ha confeccionado Costa Palamides, un artista con muchos logros en su carrera. Para prepararme he recurrido a un acto revisionista de mi vida. Entender cómo ha sido mi propio proceso de aprendizaje y cuáles son mis certezas y mis dudas para exponerlas con total honestidad. Provengo de una formación en la dirección con maestros como Gerardo Blanco, Marcos Reyes Andrade o Carlos Angola que se formó como director en España con Pilar Miró. Así que mi escuela tiende a la dirección de actores como germen de todo proceso escénico de puesta.

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