domingo, septiembre 17, 2017

Núñez: El teatro venezolano vive un momento muy delicado.

Núñez llegando a los 80 años de vida.
El teatro de José Gabriel Núñez (Carúpano, 29 de octubre 1937) es testimonio vivo del arte que trasciende a su país y es capaz de representarlo a cabalidad en todas sus épocas. Si bien utiliza estructuras tradicionales al momento de abordar la acción dramática, lo hace con tal maestría que todo cabo desatado por su pluma queda atado, sin incógnitas por resolver.
-Acaba de ser galardonado con el Premio Isaac Chocrón en la categoría de Mejor Dramaturgia por Casa de sangre y cenizas. El año pasado otra obra suya, El largo camino del Edén, le valió a María Alejandra Tellis el reconocimiento a Mejor Actriz en esos mismos premios. ¿A qué cree que se deba esto?
-Tienen un elemento en común: ambas fueron dirigidas por Jhonny Romero, que ha hecho una extraordinaria lectura de mi trabajo y ha sabido llevarla con éxito a escena. También es posible que estas obras toquen puntos neurálgicos de la situación que estamos viviendo. Por ejemplo, a pesar de que El largo camino del Edén fue escrita a principios de la década de 1970, hay una clara referencia a la autoridad y a la brutalidad policial que sigue siendo norma en nuestro país.
 En este caso, ¿es el país que no ha cambiado, o el dramaturgo que ha sabido adelantarse a los acontecimientos?
-Algunos de los textos que escribí hace décadas se han trasladado a la actualidad, creo yo porque el teatro es el impulso de la conciencia social, resultado de la inspiración que causan los cambios trascendentales. Yo he pretendido que mi dramaturgia esté ligada a la sociedad y su circunstancia política porque los dramaturgos tenemos la obligación de ejercer el poder de la palabra, que es la razón por la cual muchas veces el poder le teme al escritor.-Como dramaturgo, ¿qué espera de los actores que interpretan los personajes que usted concibió? ¿Qué espera de los directores que quieren trabajar con sus textos?
-Lo primero que espero es una buena comunicación porque el teatro es, ante todo, un arte colectivo. La triangulación entre dramaturgo-director-actores se basa en compartir bien la idea, lo que quise decir con tal o cual pieza, sus antecedentes, las vivencias personales que inspiraron la acción dramática, todas estas historias las comparto con ellos sin ningún problema. Y eso sirve de base para que los actores comiencen a buscar sus respectivos personajes. Madame Pompinette, una de mis obras más famosas, tuvo un éxito rotundo que atribuyo a las sesiones de trabajo donde la triangulación entre el actor Pedro Marcano y Ugo Ulive, su director, fue decisiva.
-Usted se graduó como economista, al igual que Isaac Chocrón. ¿Los conocimientos adquiridos en esta profesión han inspirado o lo han ayudado en su dramaturgia? ¿Cómo compaginó la frialdad de los datos numéricos con la calidez del testimonio escrito?
-Mi trabajo se divide en dos partes: una, enteramente dramatúrgica, la otra está marcada por la docencia y es ahí donde la economía me ha brindado las herramientas correctas porque la docencia me llevó a ejercer la gerencia cultural. Economía y dramaturgia no son dos carreras que gocen de puntos en común.

-Sin embargo, Chocrón en varias oportunidades afirmó que sus conocimientos en esa materia inspiraron Asia y el Lejano Oriente.
-Ciertamente, porque como economistas sabemos qué es lo que se mueve detrás del dinero y qué clase de trampas pueden hacerse con él. Esta característica común siempre fue motivo de chanzas entre Isaac y yo, quien siempre me decía: "Mira, tú y yo tenemos que ser amigos, porque los dos estudiamos economía, pero nos dedicamos a la dramaturgia. ¡Ahí hay algo!".
-¿Cómo es su proceso creativo? 
-Suelo trabajar mucho con los actores y en especial con las actrices; mis personajes más notorios son femeninos. Usualmente mis textos son resultado de una cadena de consecuencias: hay un acto que me conmueve profundamente, en mi caso siempre es algo en la vida real, y luego sufre este proceso de transformación en el que la historia y sus personajes se decantan y es ahí cuando decido comenzar a escribir. Hay algo que tiene que llamar poderosamente mi atención, tiene que ocupar mi conciencia para yo poder convertirlo en arte y mostrarlo con otra cara. A mí no me interesa explicar la violencia con la violencia, sino con las consecuencias de la misma.
-Usted ha afirmado que "quienes no logren analizar lo sub-lineal y confundan lo popular con la pancarta nunca podrán entender mi teatro. Creo en lo que escribo y eso es para mí lo más importante". ¿Cree que el público aún se presta para esta confusión? ¿Siente que ha comprendido su teatro?
-Sí. En este momento hay dos extremos: el teatro de pancarta, sin contenido artístico que el público rechaza porque está saturado de política, y otro tipo de espectáculos de naturaleza que si bien es de naturaleza banal, está presente en las carteleras de todos los teatros del mundo. Lo que ocurre es que en Venezuela se ha utilizado como una solución extrema para que el espectador vuelva a las salas a divertirse. Son formas de teatro que no llegan a ser arte, y no lo digo en un sentido peyorativo. Personalmente pienso que hay que buscar, como afirmaba el dramaturgo Ramón del Valle-Inclán, "que el espectador salga cambiado de la sala, que piense de manera distinta a como entró".
-El investigador Carlos Suárez Radillo afirmó en 1971 que usted poseía para la fecha una "voz eminentemente personal, aunque aún no haya encontrado los timbres más profundos". ¿Siente que ya encontró esos timbres?
-Sí. En la mayor parte de mi obra está presente el humor, género que en mis primeros años como dramaturgo no lograba entender como una forma y un arma fundamental para el escritor. Suárez Radillo escribió eso justamente en esta época; recuperar el humor y agregarlo como característica fundamental de mi dramaturgia me costó exactamente 13 años. Muchas veces se confunde el humor con la carcajada, pero son cosas totalmente distintas: la carcajada llega directamente porque está ligada a la vulgaridad, pero el humor despierta la conciencia.
-¿Qué obra de su repertorio podría definir al país de hoy?
-Casa de sangre y cenizas (2016) y Noches de satén rígido (1987).
-¿Qué dificultades piensa usted que, según su opinión, presenta su oficio en la actualidad?
-Los dramaturgos de hoy día, específicamente los más jóvenes, carecen de publicaciones especializadas donde puedan mostrar su trabajo. Existen concursos, pero no están orientados a la juventud dramatúrgica. Los jóvenes no cuentan con publicaciones sistemáticas, no pueden llevar a escena sus obras porque sencillamente no hay recursos para montarlas, y por ende no poseen un público cautivo. El teatro venezolano vive un momento muy delicado.
-Desde La ruta de los murciélagos (1964) hasta Casa de sangre y cenizas (2016), ¿qué conceptos permanecen fijos en su temática?
-Me conmueve la injusticia, la intolerancia, la represión, el marginamiento que tiene la mujer y siento la obligación que debe tener todo artista, particularmente el dramaturgo con más fuerza dentro de la labor teatral, de mostrar eso que me afecta y que debo trasladar al texto. La conmoción se transforma en rebeldía que debo transmitir con cada letra, con cada palabra, al espectador.
·         CATHERINE MEDINA MARYS, El Universal,17,09,2017.



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