sábado, septiembre 30, 2017

Cartas de amor y de dolor

Entre  estos actores suman más de 100 años de teatro venezolano.
Culmina en el Teatro Trasnocho Cultural la temporada del espectáculo Cartas de amor de Albert Ramsdell Gurney, donde se pueden conocer  deseos y aspiraciones, además de  sufrimientos y sueños presentes en la melodramática historia del exitoso abogado y político Andrew Makepeace Ladd III y la artista frustrada y alcohólica Melissa Gardner, a través de una relación epistolar de más de 50 años; una saga que habría podido ser  otra historia de intenso amor físico, pero que el destino quiso separar, y sin embargo siguió vivo a través de las misivas, las cuales  transmitieron emociones que se fueron consolidando a lo largo del tiempo a pesar de las distancias.
Hasta el próximo 8 de octubre el público podrá descubrir lo que revelan esas misivas de amor, y también de dolores y frustraciones, escritas y enviadas a lo largo de medio siglo. Esta puesta en escena conserva la dirección original de la recientemente fallecida directora teatral Miriam Dembo, bajo la supervisión de Héctor Manrique, asistido por Gisela Rojas y con la producción general de Carolina Rincón con el apoyo de María José Castro.
Este montaje de la temporada 2017 de Cartas de Amor comenzó con la pareja formada por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, pero las siguientes semanas fue asumido por   los actores Julie Restifo y Javier Vidal; luego Prakriti Maduro y Sócrates Serrano y ahora finaliza con María Cristina Lozada y Jorge Palacios. Todos encarnaron a Melissa y Andrew, exquisitos personajes que desde su infancia se intercambian cartas, hermosa tradición que continúan en la madurez a pesar que sus vidas tomaron rumbos totalmente diferentes, aunque ambos pertenecen a la misma clase social de familias ricas y de muy buena posición.
ÉXITO TEATRAL
El éxito de este espectáculo radica en la sencillez del montaje que propone el autor y, sobre todo, porque habla de la vida: el primer amor, las enfermedades, la pérdida de oportunidades y del amor, lo que termina siendo un agudo y punzante retrato de la decadencia de la clase alta norteamericana.
Cartas de amor se estrenó en el Promenade Theatre, de Off-Broadway, Nueva York, en 1989 con los comediantes John Rubinstein como Andrew y Joanna Gleason como Melissa, ambos ganadores de un Tony. En principio estaba programada para presentarla solo los días lunes, pero ante las excelentes críticas de la prensa especializada y del público pasó a 8 funciones semanales durante varias temporadas.
En Venezuela se estrenó en 1991 con las actuaciones de Fausto Verdial y María Cristina Lozada, bajo la dirección de Miriam Dembo. Después de ese debut ha sido interpretada por los actores más importantes del país. Nosotros vimos ese estreno el 8 de septiembre de 1993 en el auditorio del Centro Cultural Consolidado, donde funciona ahora el Centro Cultural BOD.Y a escasos 24 años de ese evento cultural, ahora en el Trasnocho Cultural, aplaudimos el remontaje de la misma traducción y versión de Cartas de amor, con las excelentes caracterizaciones asumidas por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, como primera pareja.
MARIA CRISTINA Y JORGE

Y para cerrar este ciclo hemos ponderado las caracterizaciones asumidas por Maria Cristina Lozada y Jorge Palacios, actores destacadisimos, a quienes vimos   por vez primera en el Aula Magna de la UCV y el teatro Las Palmas, respectivamente; ella encarnando a Polly Pechum (1970) de La ópera de Tres centavos de Bertold Brecht; y a él caracterizado como Albín (1976), uno de los homosexuales del musical La jaula de locas de Jean Poiret. Ver a Lozada y Palacios leyendo y actuando a sus complejos y enamoradizos personajes, fue comprender una vez más la grandeza del teatro bien actuado, y en especial ese espectáculo que transcurre en el cerebro del espectador, y no ante sus ojos, porque los actores-personajes están sentados frente sus escritorios y deben transmitir sus emociones, así como el paso del tiempo a lo largo de 50 años; desde los inicios infantiles hasta los complejos años de la madurez. Por supuesto que María Cristina y Jorge agarran a sus personajes y los van llevado paso a paso hasta que el problema social, y familiares de sus personajes, los colocan al borde del precipicio de sus existencias. Ella cae en el alcoholismo y él la busca desesperadamente por la pureza de ese amor de su infancia y adolescencia, que no llega al matrimonio porque se dejaron arrinconar por sus compromisos sociales, profesionales y políticos. Ella era una artista con aspiraciones y él un abogado con los ojos puestos en el poder político de su país. A ella la hunden las bebidas espirituosas y él alcanza el éxito profesional, pero con una familia problematizada.  No hay duda alguna que la madurez física y profesional de esta pareja le da a sus personajes una contundente lección de moral y también de ética para quienes aman y deben decidir entre los asuntos del corazón y los asuntos comerciales y/o profesionales. Es una advertencia porque el tiempo no se detiene y en el amor es como una hoguera que consume todo y no deja sino cenizas o recuerdos, amargos la mayoría de las veces, o esas mudas fotografías de lo que ha pasado. Los seres humanos esclavizados por sus compromisos sociales y negándose la libertad de cambiar.

viernes, septiembre 29, 2017

El poeta Andrés Eloy predica en Chacao

Es la versión venezolana del castellano caballero Don Quijote, con un poco más de carnes, quien no usa caballo pero sí un automóvil americano como Rocinante, y cuyos Sanchos son un aguerrido y diestro grupete de actores y artistas, con los que asalta esos molinos de vientos como son los espacios teatrales de Caracas, donde suele presentar sus espectáculos teatrales, buena parte de ellos, de carácter musical, y donde resaltan los perfiles humanos y artísticos de personajes de la talla de Aldemaro Romero, Luis Billo Frómeta o Felipe Pirela, entre otros.
Tan singular personaje no es otro que Federico Pacanins (Caracas, 1955) y su más reciente quijotada es un hermoso y conmovedor trabajo teatral para rescatar la memoria de ese venezolano extraordinario que es Andrés Eloy Blanco, el cumanés (6 de agosto de 1896) que fue a morir en el destierro mejicano (21 de mayo de1955), dejando un sorprendente y aquilatado legado literario, además de un ejemplar y apasionado récord de luchador apasionado por la democracia, por la que pagó incluso cárcel.
Poeta Andrés Eloy se titula el espectáculo poético, teatral y musical que hace temporada desde este sábado 30 de septiembre y que permanecerá en cartelera hasta el 15 de octubre próximo, con funciones los sábados y domingos, a las 4 de la tarde, en la "súper refrigerada" Sala La Viga, del Centro Cultural Chacao.
Qué por qué utiliza al poeta Andrés Eloy Blanco como protagonista de su nueva aventura, le preguntamos a Pacanins y él sin titubear responde: “gracias a sus libros aprendí a leer y amar a este país, a mi patria. Creo que su poesía tuvo la más amplia aceptación y repercusión en el acervo cultural de la Venezuela del siglo XX. Y espero redifundirla en esta centuria si es que acaso ha sido barrida por la nefasta cultura del petróleo. Su resonancia trovadora fue inspiración de al menos tres generaciones de venezolanos que memorizamos los poemas de Andrés Eloy -así identificado por el fervor popular-, para dar aliento a su propia sensibilidad poética, y acaso para también alentar su no siempre positiva sensibilidad crítica. Y en estos tiempos no hay mejores bálsamos que sus versos”, puntualiza.
Pero Pacanins no está solo, como advertimos al principio, hay una nueva generación que entrega sus destrezas artísticas al Poeta Andrés Eloy para hacer posible la materialización de esta singular antología poética-musical, mediante una nueva temporada en el Centro Cultural Chacao, después de haberla estrenado en el Teatro BOD.
Los actores y cantantes Gerardo SotoVerónica Arellano, Daniel Jiménez y Valentina Garrido, quien además es la autora escénica del montaje o directora, dan aire, sangre, música y pasión a una impactante “colcha de retazos”, o sea el guion elaborado con fragmentos de poemas como "La renuncia", "Autorretrato", "Palabreo del mal querer", "Canto a España", "Florinda en invierno", "Las uvas del tiempo", "Silencio", "Los hijos infinitos", "La hilandera", "Suspiro", "Cuando te miro suspiro", "Panne", "Las garzas", "Pesadilla con tambor", "Guachamarón del treinta", "Carga", "Juan Bimba", "Trago largo", "La loca Luz Caraballo", "La flor de apamate", "Cumpleaños del ahijado Manolo", "El limonero del señor", "Respuesta del poeta a un crítico", "Píntame angelitos negros", "Hombre honrado de Venezuela", además la voz grabada del poeta.
La música, que se interpreta en vivo o en grabaciones, es de Federico Pacanins, Daniel Jiménez, Verónica Arellano, Antonio Fass, Modesta Bor, Eduardo Serrano, el dueto Espín y Guanipa, Simón Díaz y Manuel Álvarez Rentería “Maciste”.
El espectáculo, que se desarrolla en una Venezuela del año 2055, es un danza de salón en círculo, que se apoya en un carromato metálico, compuesto por un móvil camarote de dos camas, repleto de libres y fragmentos de puertas y ventanas, de ruinas de una ciudad. Los actores declaman o interpretan sus líricos personajes, componen escenas ilustrativas y crean una mágica atmósfera de soledades, de ausencias, de amores patéticos y hasta sangrantes, pero lo que más impacta es la composición que hacen para tirar la poesía, que además es historia patria, sobre el milagro de limonero.
Es impactante la recreación de la loca Luz Caraballo y crispan los nervios con la Pesadilla del tambor. Son actores que dicen bien y además convencen con sus personajes vestidos y con maquillajes circenses.
Es una especie de ritual teatral, que además se apoya en unas proyecciones en el foro de la sala, que en el ensayo no estaban diáfanas. Creemos que deben ir a espacios teatrales más grandes, como el Aula Magna o a algunos de los teatros del centro de Caracas, porque ahí tendrán más espectadores.
No hay duda alguna que la poesía de Andrés Eloy está viva y palpitante y esperando ser recitada por los venezolanos en este siglo XXI porque en ella están sus creencias y esa pasión por la libertad y la democracia que tanto predicó y por la que murió el poeta. Lo que podamos decir nosotros es poco ante la contundencia del montaje y lo decimos porque presenciamos un ensayo con los dislates propios de unos artistas que no quieren el fracaso de su proyecto artístico.
Es importante apuntar y reconocer la Ficha técnica que le da alta factura a esta propuesta. Así en la producción general está Yessica Serrano. Artista Plástico-Escenografía: Enay Ferrer. Vestuario y Maquillaje: Luis Valsecchi. Diseño Sonoro: Daniel Jiménez. Efectos de Audio: Alejandro Vogeler. Asistente de Dirección: Yessica Serrano. Asistente de Producción: Natalia Orellana y Asistente de Escenografía: Victor Orellana.


jueves, septiembre 28, 2017

Francis Rueda: Ahora sé que no voy a pasar desapercibida

Francis Rueda y su esposo Gilberto Pinto, ya fallecido.
EL portal  venezolano Climax, del 27 de noviembre de 2017, por intermedio de la periodista Fabiana Ortega, entrevistó a la actriz Francis Rueda, la cual publicamos aquí:
Tras 52 años de carrera artística, la actriz venezolana ganó el pasado viernes el Premio Nacional de Teatro. La veterana de 68 años de edad cree que con el talento se nace y añora de las nuevas generaciones el compromiso y la entrega que exige el oficio. Apoya las iniciativas del gobierno nacional y confiesa que no desea regresar a la TV.
Una actriz debe tener —además de pasión—la preparación necesaria y la sensibilidad suficiente para poder encarnar y meterse en la piel de otro personaje; para poder identificar las emociones, trabajarlas, canalizarlas y luego exteriorizarlas. Requiere extraviarse y  hallarse al mismo tiempo para luego entonces tratar de conocer y entender al ser humano que, al final, será siempre la materia prima en la creación de cualquier pieza teatral o personaje. En esta misma dinámica ha estado por más de 52 años la actriz venezolana Francis Rueda, quien por décadas fue uno de los rostros que exhibió la hoy extinta cadena de televisión RCTV en su cartel de novelas como La señora de Cárdenas (1977); Pura sangre (1999); Mi prima ciela (2007), por nombrar algunas, y que a lo largo del tiempo ha permanecido fiel al cine y al teatro.
“Este es un trabajo para toda la vida”, dice hoy la veterana de 68 años de edad, que el pasado viernes 22 de septiembre fue galardonada con el Premio Nacional de Teatro, uno de los Premios Nacionales de Cultura que se entregan desde 1970, oportunidad en la que se le adjudicó al dramaturgo Rodolfo Santana, cuando la concesión correspondía al Ministerio de Educación. Desde 2001 éste se entrega de manera bianual y lo otorga el Ministerio para la Cultura, a través de la Fundación Casa del Artista, para exaltar a diversas personalidades y creadores artísticos que contribuyan a la creación, rescate y mantenimiento en relación a la cultura venezolana. Aún no se ha fijado la fecha de la ceremonia. Hasta ahora, la actriz solo tiene el veredicto.
Cien obras de teatro, 12 largometrajes, y numerosas telenovelas, reafirman la inquebrantable pasión que tiene Rueda por la actuación y el compromiso que adquirió desde su adolescencia, cuando por empeño y tenacidad, aún no teniendo la edad necesaria, logró ingresar a la Escuela Juana Sujo, con la complicidad de su amiga, la actriz Doris Wells.
Aunque inició a los 16 años en la escena nacional, tras maravillarse en un primer encuentro con el Teatro Nacional, los reconocimientos a su entrega, compromiso y plenitud artística comenzaron cuando contaba con 33 años de edad, en 1986, momento en el que recibió el Premio Municipal de Teatro César Rengifo, del que se adueñó hasta 1989. Desde entonces, además de los aplausos que ha recibido por sus ilustres actuaciones en cada función teatral, también han sido numerosos los reconocimientos que ha obtenido por parte del gremio, entre los que destacan por su trayectoria el Premio Juana Sujo (1988) y el Premio María Teresa Castillo (1989); así como también el Premio ANAC 2006, por su actuación en la película El Caracazo, de Román Chalbaud. Aunque cada galardón lo recibe y agradece con emoción, admite que el Premio Nacional de Teatro— que ahora la coloca en el mismo sitial de quienes en su momento también fueron sus primeros maestros — ha sido el más importante de su vida y lo equipara a lo que simboliza un Oscar para un actor de cine. “Este premio representa muchísimo para mí porque me dice que no fue en vano todos los años que le dediqué al teatro. Ahora sé que no voy a pasar desapercibida”, expresa la actriz al tiempo que confiesa que este galardón (que también lo recibió en 1999 su difunto esposo, Gilberto Pinto) lo esperaba desde años atrás.
He sido postulada desde 2003 y siempre me decían ‘¡Quedaste con el ganador, Francis! ¡Quedaste con el ganador, Francis!’, ‘¡Por un punto!’…hasta que por fin me tocó a mí. ¿Tardío? Sí. Pero no importa. El tiempo de Dios es perfecto y creo es el momento más apropiado para recibirlo. Estoy más madura”, asegura.
Para Rueda, la actuación es un don innato que viene adherido —casi— al ser humano: “Yo siempre lo he dicho, aunque me cuestionen: ‘uno nace, no se hace’. Uno nace con eso. Yo siento que nací con eso porque cuando yo estudiaba primaria yo no me pelaba ningún acto de los que hacían y yo montaba mis obras y las dirigía y tenía una capacidad para el baile y para cantar impresionante. O sea, yo nací con eso. Además, cuando tu das clases, como pedagoga, a los dos meses sabes quién puede funcionar y quién no. Puede tener toda la disposición del mundo y las ganas pero si no tienes talento, ahí no hay nada que hacer”, explica la actriz que en sus rutinas además de los ejercicios vocales y de respiración, también incluyen serie de abdominales y saltadillas. “Yo hago de todo para mantenerme enérgica. Este es un trabajo demasiado exigente”, agrega.
Y a propósito de exigencias, Rueda confiesa que lo que busca en un nuevo actor es disciplina, entrega y compromiso. Reconoce el camino que han labrado algunos de sus alumnos: Rossana Hernández y Gabriel Agüero en la Caja de Fósforos, en Colinas de Bello Monte. Aunque identifica talento en algunos jóvenes que supervisa en la Fundación Rajatabla, y de quienes se convierte en espectadora en una que otra obra en cartelera, añora responsabilidad en las nuevas generaciones. “Yo creo que, y no meto a todos en el mismo saco, se ha perdido la ética. Yo he tenido compañeros, sobre todo jóvenes, que llegan 15 minutos antes de la obra y se los digo, aunque me odien, ‘el teatro es algo serio’. Tienes que llegar dos horas antes porque tienes que reconocer el espacio que vas a utilizar en esa función. Yo en El pez que fuma (original de Román Chalbaud) tenía que manipular tantos elementos y tenía que llevar tantas cosas a mi sitio, que yo llegaba dos horas antes para poder manipularlos y a los 15 minutos ya estaba listo. Me tomo mi tiempo para repasar mi letra, maquillarme con calma en mi camerino y todo con tranquilidad para que luego estés tranquilo y puedas entrar con esa misma tranquilidad a escena. Y es gente más joven y no puede ser”, señala la actriz que se ha presentado, jura, en todos los teatros del país.
Rueda sostiene que una de las claves para el éxito en su carrera ha sido desligarse de cualquier referencia anterior: “Yo empiezo de cero todos mis trabajos. De que no he hecho cosas atrás  y eso me ha ayudado muchísimo en mi carrera porque es como una cosa nueva: un nuevo director, una nueva obra”.
Cuando trabaja un personaje, explica que se involucra lo más que pueda en cada palabra y cada línea. “Esos libretos no los suelto. Mi esposo (Pinto) era súper organizado y pulcro con los suyos; yo no. El mío siempre lo encontrarás lleno de grasa, arrugado, manoseado, roto, rayado todo. ¡Yo vivo con eso! Paso letra bañándome, en el metro y cuando voy caminando… porque yo soy así: ciudadana de a pie. Yo me monto en Metro y también me ves maniobrando en las camioneticas”, explica la veterana que además saca a colación una anécdota de este año cuando —desenfadadamente, según relata— tuvo que agarrar un mototaxi para llegar a tiempo al Teatro Teresa Carreño donde cumplía función con la pieza El pez que fuma (versionada por Ibrahim Guerra), en el marco del Festival de Teatro de Caracas de este año.
A propósito de este tipo de eventos, Rueda —que actualmente pertenece a Centro Nacional de Teatro— celebra las iniciativas del gobierno nacional. “Ya el subsidio no existe. Ahora existe el Circuito de Teatro. Ellos te compran las funciones y te ubican en Caracas y en el interior. A mí me han comprado varias y me ha ido bien. Eso me parece estupendo”, dice al explicar que añora la época de Festivales Internacionales de Teatro, cuando Carlos Giménez —fundador de Rajatabla. Alaba, no obstante, que el Estado organice el Festival de Caracas, liderado por el ex ministro Freddy Ñáñez, “que me parece es un trabajador incansable, eso es muy enriquecedor. Me parece muy importante que nos nutramos de las propuestas de países como Argentina, España, México, Chile y Uruguay”.
Sobre las nuevas modalidades de disfrutar del teatro, como por ejemplo el “microteatro” Rueda difiere: “Yo no lo cuestiono. A veces a mí me dicen ‘Francis, métete. Se puede hacer real’ y yo no lo cuestiono ni lo critico. A mí me han llamado 800 mil veces y no lo hago. No me gusta. Yo no hago teatro así por dinero y he tenido la suerte que me he mantenido y que he vivido de esto. Yo le he permanecido fiel al teatro que hago”.
 ¿Televisión? 
—Ahorita no estoy para sufrimiento. A estas alturas de mi vida quiero estar tranquila y seguir haciendo teatro. Recibí una propuesta y dije que no.
De momento, Francis Rueda continúa sumergida en las funciones del espectàculo teatral Troyanas Nuestras  (una inspiración  de  su  director, Costa  Palamides, en los escritos de Esquilo, Sófocles y Eurípides) que presenta en el Teatro Nacional, mientras que participa en el rodaje d e Parque Central, de Luis Alberto Lamata, con quién también trabajó en 1991, en Jericó.


Misivas de amor y dolor

 María Cristina Lozada y Jorge Palacios cerrando el evento del Trasnocho .
Culmina en el Teatro Trasnocho Cultural la temporada del espectáculo Cartas de amor de Albert Ramsdell Gurney, donde se pueden conocer  deseos y aspiraciones, además de  sufrimientos y sueños presentes en la melodramática historia del exitoso abogado y político Andrew Makepeace Ladd III y la artista frustrada y alcohólica Melissa Gardner, a través de una relación epistolar de más de 50 años; una saga que habría podido ser  otra historia de intenso amor físico, pero que el destino quiso separar, y sin embargo siguió vivo a través de las misivas, las cuales  transmitieron emociones que se fueron consolidando a lo largo del tiempo a pesar de las distancias.
Hasta el próximo 8 de octubre el público podrá descubrir lo que revelan esas misivas de amor, y también de dolores y frustraciones, escritas y enviadas a lo largo de medio siglo. Esta puesta en escena conserva la dirección original de la recientemente fallecida directora teatral Miriam Dembo, bajo la supervisión de Héctor Manrique, asistido por Gisela Rojas y con la producción general de Carolina Rincón con el apoyo de María José Castro.
Este montaje de la temporada 2017 de Cartas de Amor comenzó con la pareja formada por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, pero las siguientes semanas fue asumido por   los actores Julie Restifo y Javier Vidal; luego Prakriti Maduro y Sócrates Serrano y ahora finaliza con María Cristina Lozada y Jorge Palacios. Todos encarnaron a Melissa y Andrew, exquisitos personajes que desde su infancia se intercambian cartas, hermosa tradición que continúan en la madurez a pesar que sus vidas tomaron rumbos totalmente diferentes, aunque ambos pertenecen a la misma clase social de familias ricas y de muy buena posición.
El espectador conoce así sus vidas, el amor fraternal, espiritual, erótico, las diversas sensibilidades entre el hombre y la mujer, el desasosiego y la fragilidad del ser humano frente a la soledad y la importancia del valor de la pertenencia en la sociedad.  Cartas y postales de viajes repletas de esperanzas, ambiciones, sueños, victorias y fracasos son el hilo conductor de esta magistral pieza, escrita originalmente como novela, pero fue rechazada por la editorial The New Yorker. Su autor el estadounidense Albert Ramsdell Gurney (Buffalo, 1 de noviembre de 1930/Nueva York, 13 de junio de 2017) se propuso reescribir el libro como una simple obra de teatro donde dos personas leen mutuamente una serie de cartas. Nunca imaginó que la obra se convertiría en finalista de los premios Pulitzer y en la más exitosa de su carrera profesional.
ÉXITO TEATRAL Y CINEMATOGRÁFICO  
El éxito de este espectáculo radica en la sencillez del montaje que propone el autor y, sobre todo, porque habla de la vida: el primer amor, las enfermedades, la pérdida de oportunidades y del amor, lo que termina siendo un agudo y punzante retrato de la decadencia de la clase alta norteamericana.
Cartas de amor se estrenó en el Promenade Theatre, de Off-Broadway, Nueva York, en 1989 con los comediantes John Rubinstein como Andrew y Joanna Gleason como Melissa, ambos ganadores de un Tony. En principio estaba programada para presentarla solo los días lunes, pero ante las excelentes críticas de la prensa especializada y del público pasó a 8 funciones semanales durante varias temporadas.
Gurney no se esperaba tal éxito de taquilla y que Cartas de Amor se convertiría en finalista de los Premios Pulitzer y en el mayor éxito de su carrera como dramaturgo. A partir de ese momento se siguió representando en todos los teatros más importantes del mundo. El productor Martin Starger compró los derechos para la versión cinematográfica y en 1999 fue rodada con los actores Laura Linney y Stephen Weber, bajo la dirección de Stanley Donen. El guión de cine era del mismo
EN CARACAS
En Venezuela se estrenó en 1991 con las actuaciones de Fausto Verdial y María Cristina Lozada, bajo la dirección de Miriam Dembo. Después de ese debut ha sido interpretada por los actores más importantes del país. Nosotros vimos ese estreno el 8 de septiembre de 1993 en el auditorio del Centro Cultural Consolidado, donde funciona ahora el Centro Cultural BOD.Y a escasos 24 años de ese evento cultural, ahora en el Trasnocho Cultural, aplaudimos el remontaje de la misma traducción y versión de Cartas de amor, con las excelentes caracterizaciones asumidas por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, como primera pareja.
Y para cerrar este ciclo hemos ponderado las caracterizaciones asumidas por Maria Cristina Lozada y Jorge Palacios, actores destacadisimos, a quienes vimos   por vez primera en el Aula Magna de la UCV y el teatro Las Palmas, respectivamente; ella encarnando a Polly Pechum (1970) de La ópera de Tres centavos de Bertold Brecht; y a él caracterizado como Albín (1976), uno de los homosexuales del musical La jaula de locas de Jean Poiret.
Ver a Lozada y Palacios leyendo y actuando a sus complejos y enamoradizos personajes, fue comprender una vez más la grandeza del teatro bien actuado, y en especial ese espectáculo que transcurre en el cerebro del espectador, y no ante sus ojos, porque los actores-personajes están sentados frente sus escritorios y deben transmitir sus emociones, así como el paso del tiempo a lo largo de 50 años; desde los inicios infantiles hasta los complejos años de la madurez.
Por supuesto que María Cristina y Jorge agarran a sus personajes y los van llevado paso a paso hasta que el problema social, y familiares de sus personajes, los colocan al borde del precipicio de sus existencias. Ella cae en el alcoholismo y él la busca desesperadamente por la pureza de ese amor de su infancia y adolescencia, que no llega al matrimonio porque se dejaron arrinconar por sus compromisos sociales, profesionales y políticos. Ella era una artista con aspiraciones y él un abogado con los ojos puestos en el poder político de su pais. A ella la hunden las bebidas espirituosas y él alcanza el éxito profesional, pero con una familia problematizada. 
No hay duda alguna que la madurez física y profesional de Maria Cristina y Jorge la da a sus personajes una contundente lección de moral y también de ética para quienes aman y deben decidir entre los asuntos del corazón y los asuntos comerciales y/o profesionales. Es una advertencia porque el tiempo no se detiene y en el amor es como una hoguera que consume todo y no deja sino cenizas o recuerdos, amargos la mayoría de las veces, o esas mudas fotografías de lo que ha pasado. Los seres humanos esclavizados por sus compromisos sociales y negándose la libertad de cambiar.
PARA CURAR O MORIR
Cuando vimos por primer vez a Cartas de amor escribimos, y aquí lo reiteramos de nuevo, que es una oportuna invitación a reflexionar sobre el amor, único sentimiento que iguala a todos los seres humanos y que es capaz de hacerlos acometer las más grandes conquistas o proezas, o, en el caso opuesto, de sumergirse en las más abyectas y siniestras conspiraciones, con tal de obtener o preservar al ser amado o de impedir que otros lo disfruten.
Por supuesto que Cartas de amor es un gran espejo que muestra todo lo que puede ocurrir a quienes no se atreven a dar el gran salto, a vivir de acuerdo a sus impulsos y abandonar las conductas caducas de una sociedad anquilosada y atada al pasado. Ahí es cuando hay que lamentarse de lo no hecho. Ahí queda solamente queda llorar amargamente lo realizado, más nada., como lo hace conmovedoramente el personaje de Jorge Palacios.
Este espectáculo del año 2017, como aquel del 1993, sin ser novedosos, como tampoco lo es el hecho de que dos seres humanos se carteen consecuentemente, es educativo y entretenido.



miércoles, septiembre 27, 2017

Nueva York y Caracas presentan versiones teatrales de "1984"

Una escena del montaje neoyorquino
La versión venezolana de la gran novela 1984 de George Orwell hace temporada en el teatro Trasnocho con notable éxito de público y de crítica, pero en  Nueva York también está en cartelera, según la crónica que publica la página web del caraqueño periódico El Universal (@ElUniversal), en su edición del pasado 25 de septiembre, con el titular "El Gran Hermano llegó para  perturbar a perturbar Broadway", la cual insertamos a continuación:
Nueva York.- Si Jesucristo hubiese nacido en 1984 estaría muriendo ahora. Han pasado 33 años de aquella fecha en la que la novela más famosa de George Orwell, publicada en 1949, perfiló el ocaso del siglo XX como el triunfo del totalitarismo, del partido/estado capaz de imponer que dos más dos suma cinco, aniquilando el derecho a dudar y hasta amar, amparado en una férrea burocracia que se fortalece decretando la ignorancia. 
En los años noventa, la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética hizo pensar que Orwell había exagerado en su visión sombría y fatalista del futuro de la humanidad. Pero a la vista del siglo XXI pareciera que simplemente se adelantó de fecha.  
Hoy, los paralelismos con la novela lucen más evidentes que cuando fue concebida a principios de la Guerra Fría, justo antes del macartismo estadounidense. No en vano las ventas del libro se han disparado este año.
La “sociedad orwelliana” no sólo es el omnipresente apellido del inquilino de la Casa Blanca, que identifica propiedades por doquier y acapara escándalos; el despotismo en Rusia; la censura en China; la vigilancia masiva en las naciones desarrolladas con la excusa del terrorismo; la represión política y social en países con instituciones débiles que promueven dependencia, miseria y mentiras; y también la exposición invasiva que las redes sociales generan, supervisadas por el mercadeo ávido de estrategias de consumo “personalizadas”.
Perturbadora, tétrica, angustiante, retadora, sofocante, sin concesiones. No podía ser de otra manera la versión teatral adaptada y dirigida a cuatro manos por los británicos Robert Icke y Duncan Macmillan, estrenada en Londres en 2013 y traída ahora a Broadway para retar al público amante de los musicales y las obras digeribles. En el remodelado Teatro Hudson de Nueva York, el elenco lo lideran Tom Sturridge, Olivia Wilde y Reed Birney.
Llevada al cine y TV en varias oportunidades -incluyendo la última película de Richard Burton-, la novela nunca había sido adaptada al teatro. El reto no era fácil y quizá se pudo concretar justamente porque los coescritores también asumieron la dirección de la pieza.
El resultado bien podría marcar una nueva etapa en lo que es posible o no hacer en una sala de teatro: el video permite seguir a los personajes tras bastidores, en un escenario paralelo, cuando se supone se esconden para ser “humanos”, pero siguen bajo la supervisión extrema del burocrático Gran Hermano, que todo lo vigila. Para controlar el futuro, el líder tortura sádicamente e incluso ordena reescribir el pasado, imponiendo falacias como verdades y cacerías de brujas al estilo Tascón y hasta Assange con su controversial WikiLeaks.
Así, los efectos visuales y sonoros han sido concebidos para que la audiencia viva el mismo suplicio del arrinconado protagonista, a quien le imponen la puntual tarea de adaptar la historia y entregar su cuerpo, alma y mente, so pena de sufrir torturas y mutilaciones. Todo muy gráfico, pero manejado con sobriedad, como puñetazos dados con guantes de seda a la audiencia.
Incluso cuando el escenario queda totalmente vacío de muebles, es capaz de incomodar, aturdir y encandilar. Tampoco importa si los personajes dan la espalda al público, una regla supuestamente inviable en teatro. Para garantizar esa “magia”, la obra se realiza sin intermedio y con una disciplina que prohíbe entrar tarde a la sala, y quien sale no puede volver.
El personaje principal en un momento mira a miembros del público y los acusa de cómplices por su apatía: “¿Se van a quedar sentados allí sin hacer nada?”, grita mientras es torturado atado a una silla. La gente no sabe si reaccionar o no, ni cómo. Desde el estreno en mayo, se han reportado casos de indisposición, incluyendo desmayos, náuseas y hasta intervención policial para calmar al histérico ocasional, como ya había sucedido en Londres.
Convencido de su concepto, el codirector Icke declaró que “si este espectáculo es la parte más perturbadora del día, no estás leyendo los titulares de las noticias. Las cosas (afuera) son mucho peores que una pieza de teatro que se te meta un poco bajo la piel”.
En Broadway la temporada está prevista hasta el 8 de octubre. No siendo teatro de entretenimiento, la taquilla ha respondido muy bien, con más de 100 mil espectadores en cuatro meses. En varios aspectos,  1984  quizá ha redefinido el futuro de Broadway.
Casualidad o no, en Caracas el Grupo Actoral Dram-ON también está presentando una versión, codirigida por Aníbal Cova y Abel García, en Trasnocho Cultural, hasta el 29 de octubre.
acorrea@eluniversal.com


lunes, septiembre 25, 2017

El venezolano Ben Abounassif destaca en ferias internacionales

La propuesta artística del venezolano Ben Abounassif fue exhibida recientemente en las ferias internacionales de arte Beirut Art Fair  y Expoarte Moderna Contemporánea Montichiari, que se llevaron a cabo en Líbano e Italia respectivamente, formará igualmente parte del cartel de obras con las que participará la galería GBG Arts en la Feria de Arte Contemporáneo “Swab Barcelona”, que tendrá lugar del 28 de septiembre al 1 de octubre en la ciudad catalana...
Nacido en Caracas en 1964, Ben Abounassif comparte su residencia entre su ciudad natal y Beirut, Líbano. Su obra ha sido exhibida en diferentes galerías de Venezuela y Estados Unidos, así como en ferias internacionales de arte, entre las que se incluyen las ferias satélites durante la semana de Art Basel en Miami Beach, Feria Bridge Art Fair, Feria Iberoamericana de Arte de Caracas FIA, Feria de arte Shanghái Art Fair, Beirut Art Fair, entre otras.
Con alrededor de una década de trayectoria, Abounassif ha desarrollado su cuerpo de trabajo en torno al arte cinético y la abstracción geométrica, influenciado por artistas como Víctor Vasarely, Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez y Julio Le Parc.
 Partiendo de una rica complejidad composicional que convierte la luz en cuerpo, la obra de este artista anima al espectador a ser consciente del espacio, obligándolo a reconsiderar la relación del objeto de arte y su contexto, según palabras del curador, museógrafo e investigador de arte, Lunes Rodríguez Coronel.
 “En buena parte de sus composiciones, aprovecha las propiedades físicas del color y las ilusiones ópticas que se generan detrás del primer plano de la obra. A través de esta superposición, crea una sensación de movimiento y volumen que evidencia los nuevos tiempos del arte geométrico, nuevos patrones elementales o repetitivos, así como nuevas formas de especialización en el soporte y la disposición”, señala Rodríguez Coronel.
 De acuerdo al curador e investigador, la idea de fragmentos vislumbra una configuración mucho más grande que ocurre con frecuencia al integrar relieves y formas plegables, y ese volumen desarrolla el meta mensaje de su lenguaje estético basado en el equilibrio y la perfección racional de la forma como característica de la obra, creando argumentos visuales que a menudo borran los límites entre lo bidimensional y tridimensional. 
 Por su parte Ben Abounassif afirma que al combinar dos geometrías, en las que el círculo ejerce una influencia individual a lo largo de cada obra, le interesa ver el efecto de la luz que hay entre ellas y cómo cada geometría se superpone creando una forma nueva abstracta. 

Con su participación en estos tres importantes eventos de artes visuales, Abounassif continúa consolidando la proyección de su obra a nivel internacional en una disciplina vigente de promisorias perspectivas estéticas.

Talleres para aprehender la cultura popular criolla

Durante el mes de septiembre y octubre se estarán realizando las inscripciones para los diversos talleres que ofrece la Fundación Bigott en la sede del casco histórico de Petare en Caracas y en las comunidades de Boquerón, Barrio Unión y Caricuao.
Las ofertas son variadas y cumplen un mismo objetivo: preservar, capacitar, investigar e informar en materia de cultura venezolana partiendo de sus valores tradicionales. A partir del 11 y hasta el 29 de septiembre serán las inscripciones para los Talleres de Cultura Popular. Estos talleres en sus diversos formatos y propuestas se configuran como espacios de intercambio y construcción de saberes.
Los talleres persiguen dar a conocer y valorar las expresiones tradicionales en niños, niñas (desde los 5 años de edad), jóvenes y adultos a través de una variada oferta en canto, música (instrumentos musicales de cuerda y percusión), danza, imaginería e indumentaria, todos con una duración de tres meses. Durante el año 2016, se capacitaron para la formación en cultura de raíz tradicional venezolana a más de 1700 personas en sede y a 1200 personas en las comunidades de Boquerón, Caricuao y Barrio Unión.
Para aquellos interesados en conocer y profundizar más sobre canto traemos una propuesta de repertorio que se pasea por la música navideña en distintos géneros venezolanos: gaita zuliana: gaita de furro, gaita perijanera y gaita de tambora. Los que se inclinan por instrumentos musicales podrán aprender a tocar mandolina, bandola, cuatro, guitarra, arpa, maracas y géneros de la percusión venezolana que acompañan el repertorio navideño. También hay talleres para la fabricación de instrumentos como cuatro y bandola.
Asimismo, la imaginería e indumentaria forman parte de la oferta de talleres para introducir al niño en el mundo de las fiestas tradicionales venezolanas y al adulto en el tejido de telares. Los bailes tradicionales también son una opción en este trimestre que incluyen la enseñanza de bailes tradicionales venezolanos y el baile de tambor de Falcón.
En los talleres de cultura popular los alumnos tienen la oportunidad de ir mostrando los avances alcanzados durante las clases a través de pequeños conciertos llamados Cafecitos, que se realizarán una vez al mes en el patio central de la sede en el Centro Histórico de Petare, para luego mostrar en un concierto de fin de año todo lo aprendido. Las celebraciones por otro lado son festividades que se organizan y se llevan a cabo en diferentes épocas del año según el calendario de fiestas tradicionales, el objetivo de estas muestras es compartir con el público en general la manera genuina de cómo se realizan las festividades, igualmente es una oportunidad de poner en práctica lo aprendido en los talleres.
 Si quieres conocer la oferta formativa completa ingresa a la página web www.fundacionbigott.org.También pueden comunicarse al teléfono (0212) 2057111 / (0424) 1988774, escribir al correo mariel_marino@bat.com y seguirnos en las redes sociales de Instagram @fundaciónbigott y en Twitter @bigottfundación.