viernes, junio 02, 2017

Honra y crimen por un amor gay

Oscar Acosta y su pasión por la investigación del pasado teatral.
La vida da sorpresas y especialmente cuando son exhumaciones de archivos y bibliotecas. Lo decimos con satisfacción porque el teatrero Oscar Acosta, quien vive dedicado a investigar la historia del teatro venezolano, nos asaltó, por así decirlo, en la cola de una institución bancaria, con la fotocopia de un asombroso libro criollo del siglo XIX.
 Acosta dijo que, mientras escribía sobre el segundo Coliseo de Caracas, inaugurado en 1819, en plena Guerra de Independencia, halló una buena provisión de obras desconocidas. Algunas ni siquiera se consiguen en Venezuela y reposan en los inventarios digitales de universidades o bibliotecas extranjeras. “En los repositorios de la Comunidad Europea hay millones de libros, periódicos y documentos a la disposición de quien sea paciente.  En esa búsqueda constante, encontré una obra editada en Caracas (1867), titulada Honra y crimen por amor, que podemos estimar como la primera obra literaria en nuestro idioma que incluye la temática homosexual en su contenido y personajes. La homosexualidad no es el tema central de ese drama, pero sí hubo la intención deliberada del autor de incluirla, a sabiendas de la moral imperante que condenaba o, incluso, penalizaba, tal conducta. Tamaña audacia literaria, que presenta este comportamiento como lo absolutamente normal que es, se comprende mejor si sabemos que fue retomada décadas después, en 1934,  por el mexicano Salvador Novo, con su texto El tercer Fausto. No he encontrado hasta ahora, luego de meses de estudio de la literatura española, un texto que incluya el tópico antes de este drama caraqueño, a no ser algunos escritos moralizantes religiosos que lo presentan como un comportamiento delictivo o enfermizo. Ni siquiera estos libros condenatorios son explícitos, solo se refieren a la  sodomía  o  el pecado nefando , como  mencionan claramente  el asunto, aún para satanizarlo, fuera un sacrilegio”.
¿Quién es su autor?
Ah... Buena pregunta. El drama se editó de manera anónima, suscrito por UN VENEZOLANO, así, en mayúsculas. Obviamente, su creador no quiso asumir de manera abierta  su autoría por las consecuencias que pudiera traerle, dado que los personajes y el detalle de la sexualidad proscrita no eran cosas de juegos en esos años, sino que se  rechazaban con gran repulsa por la moral hipócrita que imperaba. Se toleraban, siempre y cuando no se hicieran públicos, pero era impensable incluirlos en la literatura dramática. Me dediqué a perseguir al autor, buscándolo entre los dramaturgos que conocemos del siglo XIX. Luego de semanas y gracias al uso del software especializado podemos afirmar, sin lugar a la menor duda, que la pieza fue escrita por  Heraclio Martín de la Guardia. Así lo determinan las similitudes del léxico, concurrencias gramaticales, coincidencias muy frecuentes de la rima... Incluso hay frases y recursos dramáticos similares con otras obras de Guardia. Más aún, en otro drama publicado 11 años antes que tituló Luisa de Lavalliere, el autor exploró el argumento y algunos personajes, aunque muy convencionalmente y sin atrevimiento alguno. Adentrarse en la estilometría, disciplina humanística muy reciente que estudia las características literarias de un autor y compara sus textos, me resultó fascinante. No sé si se había hecho algo así antes en Venezuela. Trabajé también de un modo artesanal, por decirlo de algún modo, es decir comparando con repetidas lecturas las piezas de este y otros autores, con la anónima, sin emplear la informática.
 ¿Dónde lo consiguió?
El texto fue divulgado hace unos dos años a través de la biblioteca digital de la Universidad de Carolina del Norte, de Estados Unidos. Es de dominio público y cualquiera puede bajarla desde www.archive.org. Honra y crimen por amor  está ambientada en la corte del Rey Luis XIV, la misma donde anduvo Moliere.  Personajes de su trama, como el duque Felipe de Orleans y el de Lorena, pasaron a la historia  por mantener amoríos notoriamente escandalosos, aunque sin resultados peligrosos por su elevada posición; es decir, el argumento parte de hechos y personajes de la realidad y no fue solo invención. Sigo investigando hemerográficamente a ver si fue escenificada o si su publicación tuvo alguna repercusión.                            
¿Cómo van tus investigaciones sobre la historia antigua del teatro venezolano?
Hay tanto por descubrir, corregir y por difundir, que abruma la cantidad de material y datos por  ordenar e ir interpretando. Los centros documentales para la investigación,  como el Archivo Histórico Municipal de Caracas, el Archivo General de la Nación, la Hemeroteca Nacional, entre otros, contienen un caudal enorme de información para recomponer la historial teatral del país.   Los trabajos al respecto tienen como puntos de partida a publicaciones muy desactualizadas, que  orientan en la búsqueda, pero fueron elaboradas sin ser confrontadas documentalmente. Se cita con ligereza lo dicho por Arístides Rojas, Manuel Landaeta Rosales o Carlos Salas sobre el teatro caraqueño;  cuando profundizas en los detalles, caes en cuenta que ellos cometieron errores pues carecían del rigor necesario.  Son muy valiosos sus escritos, pero no se debe confiar ciegamente en ellos.  Mira  este ejemplo: siempre han sostenido, desde los tesistas universitarios hasta los más respetados maestros, que el Coliseo de Caracas, primer edificio teatral venezolano, tenía una capacidad de 1600 a 2000 espectadores. Así lo escribió Humboldt y luego lo repitió la procesión de los que han abordado el caso. Cuando  estudias detenidamente  el plano original del escenario y el expediente que se conserva, notas que la capacidad máxima rondaba los 600 espectadores, casi la tercera parte de lo que siempre se ha afirmado. También conseguí, luego de años de indagar, la lista de obras que se montaron en la temporada inaugural del Coliseo, en 1784, que enumera 19 títulos en 34 funciones. Es el repertorio más completo de escenificaciones que tenemos de la época colonial, en el cual se nota la preponderancia del teatro barroco español y, en especial, de Pedro Calderón de la Barca.                                               
Es muy gratificante aclarar equívocos o vacíos de tal naturaleza; parecen irrelevantes, pero no lo son. El teatro es reflejo o expresión de su tiempo, medida a escala y espejo de la sociedad que lo produce.  Determinar sus detalles nos ayuda a entender cabalmente el pasado para enfrentar el presente. No se trata de una simple curiosidad de anticuario, que también la hay, sino de mirar lo acontecido para situarnos, con la mayor claridad posible, en lo que sucede ahora.
¿Qué problemas se afrontan y como se superan?
La falta de estímulos financieros o editoriales, el poco interés institucional, la subestimación o simple ignorancia de la investigación teatral y su divulgación por parte de los decisores oficiales, son los signos permanentes que enfrenta este tipo de labor. Te lo digo fuera de mis circunstancias particulares, pues en el teatro jamás he dependido de ayudas de ningún tipo. Muchas veces las dificultades se convierten en una excusa para no aportar absolutamente nada, para gente que no aportaría incluso teniendo el mayor apoyo del mundo. Hechos son pasiones y no buenas razones, digo yo, parafraseando a Santa Teresa. Haces lo que haces por gusto y placer de contribuir con los demás, con los tiempos por venir. Eso no obvia la obligación del Estado de darle soporte y ampliar el alcance de tus logros. Otros de los grandes problemas es el poco estudio y difusión de lo hecho fuera de Caracas. Hay que meterse de lleno a ampliar la investigación del teatro celebrado en otras ciudades.
Ojalá en algún momento exista un centro o institución que se dedique a esta tarea pendiente, mas allá de las veleidades de la burocracia o la dedicación académica. Mientras, no nos queda más que cerrar filas en la mutua colaboración con otros afines que se esfuerzan en lo mismo. Permanentemente, intercambio información o textos con investigadores y docentes de dentro y fuera del país; es la mejor manera de sentirse acompañado y superar los escollos. Hoy día, la tecnología resuelve mucho; puedes fotografiar cien o más documentos con el teléfono en un dia, luego lo revisas frente a la comodidad de tu computadora; esa ventaja no existía antes.  Aún así,  la investigación tiene necesidades que nadie sospecha. No me refiero al tiempo que dedicas durante días o semanas y sin contraprestación alguna a los archivos, hemerotecas o internet para encontrar un dato,   sino a tonterías prácticas como sufragar en ocasiones de 400 a 500 fotocopias mensualmente. Esas pequeñas dificultades se convierten en grandes problemas. ¿Cómo se superan? Nada de quejumbres.... Ya sabes: ¡Hechos son pasiones!
Un venezolano
Cuenta Oscar Acosta que  de Heraclio Martín de La Guardia (Caracas,1929/1907), quien aparece reseñado  en todos los compendios de poesía y teatro venezolano que incluyen el siglo XIX, conocemos muy poco. “Nadie menciona que era sobrino segundo del Libertador, como tampoco que sufrió cárcel y exilio por razones políticas ni que tuvo una gran amistad con José Martí. Algunos colegas teatreros a quienes comenté la pieza se han interesado por montarla. Incluso uno de ellos se entusiasmó en llevarla a la ópera. No es fácil porque su contexto es el barroco y  el palacio de Versalles, lo que dificulta simplificar la escenografía y el vestuario, pero ya sabemos que en el arte la imaginación obra milagros, es cuestión de voluntad más que de recursos. Tengo interés en verla publicada por su especial significación; quizá promueva la lectura dramatizada. Veremos. Lo más importante de todo, es que poco a poco, vamos descubriendo facetas insospechadas de nuestra escena que le dan lustre y relevancia. Y ahora, con lo de esta obra, le confieren el valor de la audacia y originalidad, a pesar de la marcada dependencia de los modelos europeos que tanto la limitaron.







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