jueves, septiembre 08, 2016

Ave Fénix con el grupo Rajatabla

Otra lucha por el teatro en este nada fácil año 2016.
En Venezuela la permanencia de las instituciones culturales privadas   depende de la vida y la obra de sus fundadores, pero Rajatabla –debutó el 28 de febrero de 1971 con el espectáculo músico teatral Tu país está feliz- ha sobrevivido tras la desaparición física de dos de sus creadores básicos: Carlos Giménez la dejó en 1993 y hasta el 2011 la condujo Francisco Alfaro. Y es por eso que ahora, bajo la égida de su presidente William López (José Rosario López), insiste en ser alternativa válida para artistas y público, desde su edificio sede (propiedad de Unearte), donde programó el singular espectáculo Entre pícaros y retablos, creado y dirigido por Jan Thomas Mora Rujano (1982), que se presentará de jueves a domingo en la Sala Rajatabla, hasta el 25 de septiembre.
BREVE HISTORIA
Pero antes de reseñar lo que presenta Rajatabla, subrayamos que fue una institución importante para las artes escénicas venezolana y latinoamericanas entre 1971 y 1993, cuyos montajes eran verdaderas cartillas estéticas, pero tras la desaparición física de Giménez (presidente y director artístico), comenzó un lento declive artístico porque careció de un auténtico creador  al frente de su elenco profesional, el cual también fue desmembrándose, pese a los esfuerzos gerenciales de Alfaro, y entró en grave crisis existencial  hasta que, a mediados de la segunda década del siglo XXI,  tuvo un director creativo, como lo demostró Vladimir Vera, quien duró escasamente un año en funciones, y desde entonces López se encarga de llamar o convocar a los eventuales montadores de obras. Ahora está probando con Mora Rujano, talentoso trabajador, y prácticamente este montaje Entre pícaros y retablos es su debut.
También hay que resaltar como Rajatabla, después de 45 años, tras perder “los paraguas” que eran el Ateneo de Caracas y el diario El Nacional, quedó reducida a cuatro miembros: un solo actor, Pedro Pineda, y tres diligentes personas en labores gerenciales, quienes, no cobran el sueldo mínimo de ley, por cierto, además del mencionado presidente.  
HOMENAJE
Entre pícaros y retablos es un homenaje a la lengua española, cuyo texto está compuesto de piezas cortas de Miguel de Cervantes y Federico García Lorca, a quienes el mundo rinde tributo por el aniversario de sus muertes: cuatro siglos del primero y 80 años del segundo. El montaje es un ensamblaje de los entremeses de Los habladores y Retablo de las maravillas y la farsa Retablillo de don Cristóbal de García Lorca, además de un prólogo de Mora Rujano. Un inteligente repaso de más de tres siglos de literatura. Se desarrolla en un espacio vacío y con mínimos elementos, porque allí lo más importante es la palabra, ese verbo que se convierte en identidad y cercanía. Es una compañía teatral itinerante que desde hoy llevará a sus espectadores un discurso compuesto de clásicos españoles.
 La idea de este montaje es jugar a la contemporaneidad. Ver cómo estos textos tienen vigencia, cómo pueden llegar a ser vivenciales. El objetivo es rescatar desde el lenguaje clásico todas esas  ideas que pueden convivir con la jerga venezolana, sin perder su esencia, y las cuales tienen vigencia desde su discurso y ese vínculo con la realidad social que como seres  de este mundo conflictúado donde vivimos  enfrentados  a sus vicisitudes y problemas, porque para nadie es un secreto que todavía existen, y existirán, picaros   que insisten en buscar a quienes  caerles en habladurías, echando sus cuentos y poniendo trampas para que cualquier inocente caiga entre palabras y retretas, afirma Mora Rujano, quien es dramaturgo, investigador y productor teatral, y tiene una página web desde donde informa lo que hace y lo que proyecta.
Entre pícaros y retablos se vale del metateatro para contar la saga de la itinerante agrupación. Presenta a un elenco de cómicos que viajan por varios pueblos, tabernas y plazas relatando las poéticas líneas de Cervantes y García Lorca. Buscando a quién dedicarle sus cuentos, entre risas y trampas. Pero ellos no tienen listo su show, son solamente ensayos. Por eso su escenografía nunca está terminada y en sus mesas los platos no tienen comida y sus casas son solo columnas y fachadas; todo un juego entre lo clásico y lo moderno. Y esa ambulante agrupación la integran: el veterano Pedro Pineda, además de John González Vicent, Diego Abreu, Angélica Ruiz, Juceley Caraballo, Antón Figuera y Mary Carmen Duarte, gente nueva y sin mayores experiencias, quienes revelan talento y tiene un buen ver.
Al director le interesaba destacar esa cercanía que debe existir entre actor y pueblo, que para los autores era fundamental. Porque el fin era educar, formar a una sociedad. Realzar valores como el honor y relacionarse con un contexto en un momento. Además, presentaron este espectáculo para airear un poco el ambiente de tanto drama y tragedia que se ve en las salas caraqueñas.
El montaje, que no supera los 75 minutos, resulta grato, no aburre y permite reconocer las ideas corrosivas de un García Lorca, enemigo de dobleces e intrigas y un fanático del amor entre todos los seres humanos, cosas por las que lo mataron hace 80 años, los fascistas españoles.

El elenco trabaja bien, convence y con una semana más de funciones habrá engranado en sus pericias escénicas. Éxitos para todos con ese Rajatabla que comienza de nuevo, cual Ave Fénix. 

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