jueves, junio 23, 2016

El próximo otoño hacia la eternidad

Hasta más allá de la muerte son sus creencias.
 Rocambolescamente se conocieron, se amaron y lucharon contra prejuicios religiosos y sociales para ser felices y además disfrutarlo, pero al cabo de cinco años, Luke (cristiano) y Adam (ateo inteligente), previendo, que alguno se marchara sin despedirse, acordaron volar con sus almas durante el próximo otoño, como los gansos que huyen del frío, y proseguir así juntos hasta la eternidad.  
Esta es la sinopsis de una escena que el dramaturgo Geoffrey Nauffts (1961) nunca escribió para su estrujante y convincente melodrama El próximo otoño (2010), pero sí dejó ideas o cabos sueltos para que un creativo autor escénico lo montara o anhelando, quizás, que un sensible espectador pudiera simplemente imaginarlo, porque los auténticos amantes nunca se deben separar, tras sufrir lo indecible para encontrarse, como bien lo propone Platón.
Pero teatralmente hablando, El próximo otoño, dirigido por Fernando Azpúrua, se presenta ahora en la minisala El dedal, dentro del programa del Segundo Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense, el cual avanza exultante desde el backstage de la Conca Acústica, del 10 de junio al 25 de septiembre, con ocho textos desconocidos para la teatromaníaca audiencia caraqueña.
Se trata de un audaz, grato y lacrimógeno espectáculo, que dura 120 minutos,  sobre  aventuras y  desventuras de la relación homoerotica  del  vivaz actor joven  Luke (José Manuel Suárez) y el atolondrado vendedor adulto Adam (Javier  Figuera), quienes se sobreponen a sus naturales diferencias y se aman sin cortapisas, en esa babilónica Nueva York del siglo XXI, hasta que un absurdo accidente de tránsito coloca al filo de la muerte al más idealista; desencadenándose así la  conmovedora crisis entre sus padres, separados por el convencional divorcio -Arlene (Carolina Leandro) y Butch (Juan Carlos Ogando)- y el desestabilizado enamorado, porque ellos nunca supieron de las practicas amatorias de su hijo, o si lo sospechaban nunca se enteraron, ya que siempre la familia es la primera en saberlo pero la última en asumirlo.
La amiga Holy (Ana Melo) y Brandon (Teo Gutiérrez), ex amante del accidentado, ayudan a todos para que acepten la gravedad de la crisis, la cual culmina con la donación de los órganos de Luke, pragmática manera de seguir viviendo en los cuerpos de otros. Paradoja, con mucho humor negro, sobre la desarrollada tecnología y la generosidad de las leyes gringas para los trasplantes, las cuales  no resuelven, por supuesto, el drama sentimental de Adam ni los dolores afectivos de familiares y amigos.
Todo este melodrama se desarrolla en la clínica donde tratan de salvar a Luke, múltiple espacio que se troca en bar, tienda o apartamento de los amantes, además de ser el parque donde Adam y Brandon trotan y desnudan sus almas, o un polivalente escenario para la exquisita parafernalia musical que interpreta un trío de afinadas y bellas coreautas afroamericanas (Ruthsy Fuentes, Grey Hernández y Nercy Padrino), quienes ademas fungen como las necesarias enfermeras, un bálsamo para el ácido montaje.
Este es el segundo trabajo del director Azpúrua, quien resuelve muy bien lo que pide el autor y las peculiares exigencias actorales de la pieza. Gran camino y con buen pie transita este artista. Por las actuaciones hay que felicitar a todos los involucrados, pero en especial son conmovedoras las performances de Figueras y   Suárez. ¡Qué Tespis los premie!

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