jueves, junio 02, 2016

"Asalto al viento" para recordar a Santana en Festival de Teatro de Caracas

A 15 años de su estreno obliga a pensar en lo que somos los venezolanos
Vimos al dramaturgo y director Rodolfo Santana Salas (1944-2012) abrir fastuosamente la temporada 2001 con el estreno de su comedia dramática Asalto al viento en el teatro San Martín de Caracas. Ahí mostró a los actores Pedro Lander (Fermín), David Villegas (Eduardo), Alfonso Rey (Roberto) y Enrique Mujica (Enrique), quienes dieron vida escénica a un grupete de amigos que tuvieron mucha suerte al asaltar un banco en Caracas y llevarse un cuantioso botín hasta su guarida en Macuto; pero cuando hacían planes para el disfrute de esos millones de bolívares, la naturaleza los castigó. El deslave de Vargas (1999) se encargó de quitarles lo robado y dejarlos en la carraplana, para decirlo en criollo; el mar se les llevó el vehículo donde habían guardado el trofeo de su hazaña.
 ¿Qué pasó con esos patéticos personajes? ¿Reincidieron Fermín, Eduardo, Roberto y Enrique? El dramaturgo nunca lo dijo, ni tampoco pergeñó una segunda parte; prosiguió, eso sí, su periplo, escribiendo para el cine, disciplina que le cambió sus modelos rítmicos, el sentido del tiempo, los modelados de los personajes y formas estructurales. Sabemos que tenía listos los guiones (literario y técnico) para rodar Asalto al viento y alistaba a sus actores, porque además la iba a dirigir, para hacer así su primera película.
Y fue en ese viaje hacia su Ítaca, o subiendo la escalera de Jacobo,  cuando la muerte lo sorprendió en Guarenas, mientras devoraba unas empanadas de cazón, a los 68 años. Dejó no menos de 100 piezas teatrales, 13 guiones, un hijo cuarentón y millones de amigos.
Ahora, en ocasión del V Festival de Teatro de Caracas (del 3 al 12 de junio), el grupo Sobretablas decidió hacer, en la sala 2 del Celarg, unas funciones de “calentamiento” con Asalto al viento antes de exhibirse en la muestra, y es por eso que, de maneras impactantes y convincentes, Héctor Castro, José Carrizo, Elmer Pinto y Pedro Cambas, bajo la correcta y solvente dirección de Jennifer Morales, plasmaron a esos venezolanos perdedores. Respetaron el texto y replantearon sensatas reflexiones sobre la ideología maltrecha de sus personajes y el legado de la tragedia de Vargas, con sus pérdidas materiales y los miles de desaparecidos, además del temor que la naturaleza repita. Más que una clase de sentida actuación, hicieron un mini foro, desde el livingroom desde la guarida de sus personajes, sobre la vida venezolana antes y despues del trágico deslave.

El público degustó los profesionales performances de esos criollos que no pudieron triunfar en su acción delincuencial, porque el deslave les negó la felicidad y es ahí cuando el autor, como lo dice en nuestro libro Rodolfo como es Santana, predica que “en Venezuela sería muy bueno que los creadores se dieran un paseo por las veredas del compromiso. Y más en esta etapa, donde una historia feroz nos arrebata el derecho a soñar. Nuestros políticos han aniquilado las posibilidades de un mundo mejor. Los pueblos diseñan sus sueños, el hábitat ideal donde sus ilusiones fructificarán. Pienso que nuestros sueños colectivos han sido cercenados. Se nos han constreñido territorios en nuestras aspiraciones de bienestar y participación y hoy la pesadilla ronda el oxígeno común”.

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