viernes, julio 24, 2015

La cocina cubana es aleccionadora

Un elenco que demuestra el talento de las nuevas generaciones actorales
Estados Unidos de América  y Cuba reanudaron su vecindad  amistosa y ahora llega la  revisión  de lo ocurrido  en las últimas seis décadas, para lo cual ayudarán las expresiones artísticas  de dos pueblos que nunca dejaron de manifestar  sus honestos sentimientos en medio de la refriega. Y para eso nada mejor que el teatro y en especial la desgarrada pieza La cocina de Eduardo Machado (La Habana, 1953); tierno melodrama hiperrealista que transcurre en la mansión habanera de la familia Santana, entre la llegada  de Fidel Castro y el “período especial”,  el cual permite  conocer y evaluar  la vida de los isleños por lo menos  durante los primeros 40 años de la revolución, así  como también el transcurrir de los exiliados. Además se  pondera el valor de la amistad y la fe en los postulados políticos, a pesar de múltiples inconvenientes y el inevitable resentimiento de quienes se marcharon, gracias a la saga de la cocinera Gladys, tres de sus familiares y la señora Adria y su hija Lourdes.
Fidel  Castro, el dictador Fulgencio Batista, la familia Santana y los eficaces y fieles empleados de dicha  mansión habanera materializan un singular contexto intimista que atrapa al público y le permite ponderar los pro y contra de  dicha historia teatral, donde Adria le dice a su fiel Gladys, que nunca podrán ser amigas, porque ella es su jefa, mientras que la otra le promete cuidarle su casa hasta cuando regrese del exilio, algo que no sucede pero sí le envía a su hija Lourdes para que atestigüe el estado de la residencia.
Es un espectáculo conmovedor, el cual se exhibe en el Trasnocho Cultural, gracias a las performances de Layla Vargas (Gladys, fiel empleada doméstica), Rubén León y Josmary González en comprometidos roles, Ernesto Campos (el  ambiguo Julio, perseguido y castigado por su desviada conducta) y Valeria Castillo (Adria y su hija Lourdes), todos correctamente dirigidos por Rossana Hernández. Los espectadores sacaran variopintas conclusiones, pero lo más importante es el  regocijo ante el virtuosismo actoral de ese quinteto de comediantes que se luce a lo largo de 100 minutos.
Y por supuesto que vendrán más y más comedias y películas sobre esa discordia entre La Habana y Washington  y todos contaran sus sagas, felices unas, dramáticas otras, pero sin olvidar jamás que en octubre de 1962 el mundo estuvo al borde un guerra nuclear por los misiles de la URSS que Kennedy vetó en territorio cubano. 

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