sábado, marzo 28, 2015

Teatro y sociedad en César Rengifo




“Corresponde a quienes ejercen el teatro en el Tercer Mundo persistir en el desarrollo de una actividad escénica hincada en sus realidades y en las realidades del hombre contemporáneo, sin que se pierda o mengue, en el proceso de esa acción creadora, la compresión de que ella ha de ir signada siempre por firme y alta dignidad estética, valor decisivo mediante el cual el arte escénico y  todo arte se hace trascendente en tiempo, espacio y humanidad”.

Eso lo escribió César Rengifo, pensando en los teatreros venezolanos,en su ensayo Los medios alienantes y las influencias deformantes  de las culturales nacionales, el cual  ha sido  incluido en su libro  Teatro y sociedad, editado por la Fundación Biblioteca Ayacucho y presentado en la Feria del Libro2015.

En sus 254 páginas, Teatro y Sociedad   compila además otros ensayos  como  La cuestión agraria y nuestro proceso cultural, Estilo e ideología, La dramaturgia y la crítica como testimonio histórico y reflexión estética y una tetralogía teatral donde analizó y cuestionó   la explotación petrolera y sus graves consecuencias sociales  por el daño el daño que dejó la maligna conducta de las empresas transnacionales y las displicentes conductas de los gobiernos de turno, piezas que al lograr verlas puestas en la escena, le permitió reescribirlas incluso.

Sólo se puede escribir bien de lo que bien se conoce, aseguran los maestros. Y en el caso de César Rengifo (Caracas, 14 de mayo de 1915/2 de noviembre de 1980), lo demuestra no sólo su crecida producción (más de 40 textos), sino la forma como abordó, con crudeza y haciendo gala de un estilo no exento de poesía, la realidad de su país, haciendo énfasis en lo social, porque, para él, “la estética que no reivindique al pueblo, carece de función y contenido”. Eso lo llevó a dejar como legado: Las mariposas de la oscuridad, El vendaval amarillo , El raudal de los muertos cansados y Las torres y el viento, donde advertía las frustraciones de un amplio sector de la sociedad venezolana por el sinuoso destino de la renta petrolera, además de la muerte lenta de la agricultura y el éxodo de los campesinos a las grandes ciudades para buscar un destino incierto o esquivo, al tiempo que señalaba la incesante sustitución de la cultura nacional por una foránea, “bien servida” por todos los medios de comunicación.

César arremete contra el imperio de las petroleras y su nefanda presencia con Las mariposas en la oscuridad (entre 1951 y 1956), inspirada en el éxodo y el abandono de los campos  venezolano ante la invasión (y nunca esa palabra fue tan patética) de las empresas petroleras. Muestra  el dolor del campesinado al  dejar atrás sus raíces, lo que le lleva a  supercherías tan burdas y grotescas dejando el presente como testigo de un pasado.

En tres actos concibió El vendaval amarillo (1952), que  transcurre en  el estado Zulia, entre los años 1938 y 1939, una zona que sacrificó su explotación agraria y lanzó, sin destino alguno, a los campesinos, al tiempo que sus poblados eran destruidos. Denuncia con sus diez personajes populares cómo los terratenientes fueron vendiendo, sin contemplaciones, sus haciendas para que las compañías petroleras iniciaran y avanzaran en la búsqueda de “el estiércol del diablo”.

Un pensador marxista, como era César, no podía dejar pasar la oportunidad de inmiscuirse en la vida privada de los empleados estadounidenses de las petroleras, desnudarlos de sus supuestos ropajes de dignidad y exhibirlos como unos asesinos desalmados. Eso lo logró con El raudal de los muertos cansados (1969). Se muestra cómo se va urdiendo una serie de intrigas entre los petroleros para quedarse con un cargo burocrático que les permitirá ganarse unos cuantos miles de dólares más, aunque para ello tengan que matar o sacrificar al personal que trabaja para ellos, al tiempo que la explotación petrolera avanza y se lleva por delante a los mismos obreros.

Diez años antes de su muerte, entregó Las torres y el viento, la más poética y la más completa pieza de su tetralogía petrolera. Sintetizó en el preámbulo el valor de las torres de petróleo y el viento en los pueblos donde la explotación del mineral ha cesado: “Torres destruidas y viento. He ahí para muchos venezolanos lo que queda del petróleo”. Como frustración de la riqueza fácil o decepción por el inalcanzable Dorado, las torres en abandono y el viento pasando libre entre las viviendas abandonadas, resulta, por la fuerza de sus significaciones, son casi un personaje. Es una de las obras más resaltantes del teatro de Rengifo, la cual fue llevada a la escena por el Teatro Universitario de la UCV, en los tiempos de Herman Lejter, hacia 1975.

Atraco en el salón de belleza

La escritora Sonia Chocrón debuta en el teatro caraqueño


En las peluquerías y en los confesionarios, como tambien en las barras de los bares o en los saunas, no hay secretos ni a los oídos ni a los ojos. Todo se revela o se conoce. Y una prueba de ello es la comedia Ni un pelo de tontas, de la escritora Sonia Chocrón, la cual llega al Teatro Urban Cuplé del CCT, desde este jueves 2 de abril, bajo la dirección de Javier Vidal y con las actuaciones de Marycarmen Sobrino, Robert Chacón y Michelle Taurel.Una pieza en tiempo real donde sus tres personajes nos harán pensar en lo que somos como país.
-¿Qué hace usted metida en el teatro? le preguntamos a la autora Sonia Chocrón?
-Soy una intrusa debido a mi absoluta irresponsabilidad. Aunque si soy sincera, no siento que estoy metida de lleno en el teatro, más bien asomada. Por ahora
-¿Hay alguna experiencia teatral previa?
-Mí única experiencia teatral previa es como espectadora. Y también como lectora. Hubo una época en mi vida en que leí mucho teatro. La inmediatez del teatro me ha seducido siempre.
-¿Tiene algún parentesco con Isaac Chocrón?
Sí, mi padre e Isaac eran primos. Asi que Isaac es una figura que recuerdo desde mi infancia. De hecho, en mi adolescencia, pensé que quería ser actriz, y mi papá habló con Isaac para que me orientara sobre talleres y escuelas de actuación. Pero casi de inmediato descubrí que me sentía más cómoda en la soledad de la escritura que frente a un público. Entonces le agradecí su diligencia y me excusé con él un día de Yom Kippur, es decir, un día del perdón, en la mismísima sinagoga de Mariperez.
-¿Por qué una comedia y precisamente de peluquerías o en peluquerías?
-Una comedia porque se me solicitó que así lo fuera. Pero como la anécdota completa es la respuesta a una de las siguientes preguntas, me abstengo de responderlo en este párrafo. En cuanto al set, una peluquería, diré que se me impuso como si fuera el recodo más familiar de cualquier confesionario. Ese lugar en donde ocurren infidencias, confidencias, coincidencias. Ese espacio que por cierto se multiplica en todas partes para que nosotras, las mujeres, pensemos que la belleza está al alcance, y que un estilista es casi Dios.
-¿Qué trata o que pretende con Ni un pelo de tontas?
-Ni un pelo de tontas es una comedia con país. O un país con comedia. En resumen, el pretexto de dos mujeres y un hombre, confinados en el espacio hermético de un salón de belleza, atrapados, pretende ser el espejo del país que vamos siendo. Pero visto desde la acera menos dramática. La más estúpida. O la más graciosa.
-¿Cómo nació esa pieza Ni un pelo de tontas?
-Hace tal vez unos diez años, una amiga muy querida que ya no está con nosotros, me pidió que le escribiera una comedia, sencilla, de pocos personajes. Así que inicialmente, Ni un pelo de tontas era una comedia para Lourdes Valera. No pudo ser. Y el texto permaneció en los archivos de mi ordenador durmiendo el sueño de los justos. Hasta que un día, a través del tuíter, la productora Alejandra Nali me preguntó si por casualidad yo escribía teatro. Por supuesto le contesté que no. Pero que sí tenía una obra inútil, ociosa y engavetada. Se la envié, luego ella contactó a Javier Vidal (mi adorado profesor de la universidad). Y el resto, es un suicidio colectivo.
-¿Quién la metió en este proyecto teatral?
Alejandra Nali y Javier Vidal. Dos locos a los que admiro y quiero.
-¿Ha visto ensayos?
-Sí, he visto uno. Y me he divertido. E increíblemente he comprobado que a pesar de que Ni un pelo de tontas (el título original era Champú) fue escrita hace diez años, sigue vigente como si hubiera sido producida hace 15 minutos. Hay cosas que demoran en cambiar.
-¿Qué espera que le digan sus amistades al verla convertida en una autora de comedias?
-Pues no espero que digan nada. Espero que sonrían, que olviden el mal tiempo por un rato. Que es lo que suelo hacer yo cotidianamente: Reírme de Janeiro.
.-¿Ya tiene lista la otra obra?
-No, tengo que tener lista primero una novela que completa la trilogía de historias negras que inicié con Sábanas negras y con La dama oscura. Pero sorprendentemente para mí, ya tengo una imagen en mi cabeza que es la primera escena de una futura obra de teatro. Y su trama armada en un resquicio de mi imaginación. Lo que falta nada más es escribirla. 
Situación rocambolesca
Una peluquera voluptuosa, Margot, y su clienta Doña Leonor, coinciden a última hora del día en el salón de belleza para un corte y tinte de cabello de urgencia para Doña Leonor. Pero el rumbo de esta sesión de belleza cambia cuando un evento inesperado da una vuelta de tuerca: un hombre, un atracador, irrumpe en ese espacio femenino y cerrado de la peluquería, y convierte la noche en una situación de rehenes imprevista y rocambolesca que los hace confrontar -a los tres- sus secretos, sus verdades y miserias y el terruño donde conviven.

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