domingo, abril 27, 2014

El Gabo presente en teatro venezolano

El histórico monólogo de Marina Baura , dirigido por Carlos Omobono.
Está convertido en cenizas,  “porque polvo eres y en polvo te convertirás”, como lo enseña el cristianismo. Pero legó un enorme legado literario con millones de líneas que escribió especialmente para su conglomerado latinoamericano, con mayor o menor fortuna, para invocar los espíritus esquivos de la poesía, y tratar de dejar así, en cada palabra, el testimonio de su devoción por las virtudes de la  adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. Se marchó convencido de que su intento no fue en vano, ya que  practicó, sin excesos y con muchísima calidad, que  la única prueba concreta de la existencia del hombre es la poesía.
Ese poeta, que  no es otro que el periodista y escritor Gabriel Garcia Márquez (Aracataca, 1927- Ciudad de México, 2014), quien vivió años difíciles en una Caracas histórica, cuando era indocumentado y desconocido, donde se fortaleció su talento y  después mereció el Premio Rómulo Gallegos por su novela máxima, Cien años de soledad, por la cual una década más tarde  recibiría el Nobel de Literatura 1982.
El teatro venezolano, al cual injustamente han calificado como  “el pasajero del último vagón del tren del progreso”, con modestia y sin alharacas, tiene en su historia sendos montajes con obras del Gabo:  El coronel no tiene quien le escriba, una especial versión escénica de Carlos Giménez sobre la noveleta homónima, en la temporada 1989 y Diatriba de amor contra un hombre sentado, el único monologo que se lo conoce, puesto en escena por Carlos Omobono, durante  el 2008, con la primera actriz Marina Baura.
EL CORONEL
 “La esperanza fallida, la ilusión rota en promesas no cumplidas, en asaltos a la honestidad y en pactos de muerte. Una mujer y un hombre unidos por el fracaso. El hijo muerto, la casa hipotecada, la pensión que no llega;  la dignidad como coraza, para negar el horror de que ya no hay futuro… Acercarse al texto de El coronel es introducirse en el drama de la sociedad latinoamericana. Y hemos querido hacerlo con rigor, sin concesiones a los arquetipos ‘revolucionarios; de una fiebre perdida…”. Con esas palabras, Carlos Giménez introducía al espectador del Festival de Spoletto en una de las puestas en escena más memorables del grupo Rajatabla, una de las grandes joyas del teatro venezolano: El coronel no tiene quien le escriba.
Un  anciano coronel, inventado y teatralizado por Gabriel García Marquez  y Carlos Giménez,  nunca recibe la carta del Ministerio de Guerra de Colombia sobre su pensión como veterano combatiente  y, por supuesto, la miseria y la soledad   los consume a él y su mujer, dejando a no se sabe quién el gallo por el que mataron a su hijo Agustín en la gallera. Esa saga -bajo las lluvias de octubre en un poblado colombiano a la rivera del gran rio, durante los años 50 del siglo XX- subió a los escenarios venezolanos y después recorrió al mundo, especialmente cuando el Gabo reconoció que esos eran sus personajes y que él nunca los había visto de carne y hueso.
El texto  teatral de  El coronel no tiene quien le escriba  fue revisitado e interpretado con imágenes y frases de  La hojarascaLos funerales de la mama grande  y esa atmósfera penumbrosa y mágica  de  Cien años de soledad. El coronel y su esposa, además del médico, no tienen nombres, son símbolos de sectores de la sociedad colombiana  o latinoamericana, pero Agustín, así como otros personajes claves de la anécdota, tiene  nominativos.
No es panfleto. Es una sobria y amarga reflexión sobre la historia de un viejo militar retirado que pudo lucrar con los trofeos económicos de la revolución en la cual participó, pero  quien opto por ser honrado y esperar una pensión. Es una denuncia  sobre la desidia de los gobernantes latinoamericanos empeñados en tener  en condiciones  similares al más salvaje e inhumano esclavismo a sus ciudadanos.
 El coronel no tiene quien le escriba, 25 años después de su estreno en el Teatro de la Opera de Maracay y el Festival de Spoletto, sirvió para inaugurar el teatro Bolivar y el Festival de Teatro de Caracas, y próximamente hará temporadas en otras salas de Caracas y el pais.
De acuerdo con Carlos Scoffio, productor general y ejecutivo de la obra, es muy emocionante celebrar los 25 años de esta obra de Giménez, que marcó una gran pauta en el teatro venezolano al mostrar vívidamente el modo de ser latinoamericano reflejado en esta y otras novelas de este legendario escritor colombiano y universal.
Marina Baura monologa
Marina Baura  (Julia Pérez, Vigo, España, el 1 de noviembre de 1941), “estrella” de la mejor televisión venezolana exhibida durante en los últimos 50 años, aceptó trabajar con el director Carlos Omobono, y el joven actor José Alex Romero,  para encarnar a Graciela, obstinada colombiana que después de 12 años de matrimonio opta por deshacerse de su marido, tal como lo escribió Gabriel García Márquez en  Diatriba de amor contra un hombre sentado, el único monólogo que se le conoce al Nobel de Literatura 1982.
Un texto que no es otra cosa que el conflicto entre la dicha pública y la infelicidad privada de la mujer que pretende festejar sus bodas de seda, pero Graciela se quita la máscara y descarga sus frustraciones y en especial arremete contra la frialdad íntima del esposo -“se nos agotó el amor de tanto usarlo”, como dice la canción- al parecer cansado de ella, quien aún es diestro seductor de jovencitas y posiblemente menos poderosas económicamente. Este monólogo, estrenado hacia 1988 en Buenos Aires y ocho años después en Bogotá, es una bella pieza literaria. Un exacerbado alegato sobre la infelicidad de la mujer que lo tiene todo, menos la paciencia ante la desaparición del amor que la unió a su marido. Ya la agrupación Rajatabla busca los derechos para  llevarlo a escena con la actriz Verónica Arellano.


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