sábado, diciembre 14, 2013

Los judíos y su sopa Adafina en Venezuela

La presencia de los judíos habría comenzado por la península de Paraguaná
Los invasores o foráneos visitantes  que se instalaron en este continente, a lo largo de los últimos 500 años, no eran únicamente españoles, africanos, holandeses y demás pueblos europeos. También lo hicieron, para escapar del Santo Tribunal de la Inquisición, casi todos los judíos o practicantes de la religión hebrea expulsados del reino español, y aquí, en estas tierras de gracia, podían camuflarse y así comenzaron  discretamente a aposentarse en la Capitanía General de  Venezuela y mucho más cuando se transformó en República de Venezuela.
Esos judíos, que pasaban por cristianos conversos, llegaban de Curazao, del norte de África y de otras tierras donde los perseguían. La historia, teatralizada de esos judíos- el vulgo los llamaba “turcos”, porque algunos portaban el pasaporte del Imperio Otomano- que se quedaron y dejaron huella y además ayudaron a toda la colectividad venezolana, ha revivido en la antigua capilla de la Escuela de Enfermería de la UCV, en Sebucán, gracias el exquisito espectáculo Rondó Adafina, escrito y dirigido por Edwin Erminy, el cual es una sorprendente e integradora celebración de la identidad y esencia venezolanas  a través de sus rituales que combinan, sabiamente, teatro, danza, música y hasta algunos toques  gastronómicos, como la sopa Adafina o cocido con garbanzos y cordero.
Es, pues, Rondó Adafina en una especie de fiesta sensorial que exalta  la diversidad distintiva del ser  venezolano, a través de la historia de un personaje ficticio, Haím Benatar, y de su ancestral receta real para cocinar la adafina. Ahí, gracias a las versátiles caracterizaciones de Oswaldo Maccio  y Francisco Salazar, además del esmerado acompañamiento de Mónica Quintero, María Carolina Leandro, Pastor Oviedo, Gladys Seco y Vera Linares, el público viaja desde la Caracas de los dictatoriales años 50 hasta  el Marruecos del siglo XV, para pasearse por la España (Sefarad), Portugal, Holanda, Brasil y Curazao, hasta retornar a la  Venezuela de los siglos XIX y XX.
Esta impactante producción, con el sello de calidad de Image Class y la originalidad que ha distinguido los montajes del proyecto   Ópera Trasatlántica, cuenta con la coreografía de Luz Urdaneta, la dirección técnica e iluminación de Carolina Puig, y la dirección general, escenografía y dramaturgia de Edwin Erminy, todos bajo la producción general de Carlos Scoffio.
La música, inspirada en el recorrido de la histórica comunidad sefardí a Coro, tiene un rol protagónico. Alterna  instrumentaciones judeo-arábica, sonoridades raíz de la música flamenca o resonancias hispano moriscas, gracias a una pulcra mixtura de formas y géneros que expresan el mestizaje cultural que exalta el espectáculo, con la participación de un destacado grupo de músicos profesionales, dirigidos por Santos Palazzi, quien también toca guitarra, Jaime  de Armas, (flauta), Pedro Vásquez, (cello), Juan Carlos Hernández (percusión) y el compositor venezolano Federico Ruiz, en el acordeón. ¡Culpables de ese fino rondó!
¡Hay que consumir un tazón de Adafina para interiorizar más aquello!
Lo único que lamento no haber apreciado es el típico olor de la comida judía, especialmente durante la elaboración de la Adafina, efecto que se habría logrado fácilmente con unas sartenes con aceites o mantecas y unas cuentas ollas en ebullición con las especies, los granos, etcétera.
Receta multisensorial 
“Rondó Adafina es el texto con el que gané el Premio Literario Fundarte, mención dramaturgia, en 2002. Es una de mis Óperas Transatlánticas, un esfuerzo por inventarme una forma de teatro musical a partir de la multiculturalidad.”, afirma Erminy, uno de los arquitectos y diseñadores escénicos más importantes del país. 
Uno de sus trabajos más queridos, Ópera Trasatlántica, es un proyecto cultural fundado por Erminy en 1999 simultáneamente en Caracas y Londres, al lado de la artista Pamela Howard. Funciona como un laboratorio teatral en la búsqueda de una nueva comprensión de las identidades culturales, asumiendo al Atlántico no como una inmensa masa de agua que nos separa sino como el medio para un acercamiento, una especie de Mare Nostrum”, explica. El primer montaje de Ópera Trasatlántica, Variaciones sobre un Concierto Barroco (1999-2000), basado en una novela de Alejo Carpentier,  y dirigido por Vicente Albarracín, ganó nueve premios en Venezuela, fue el primer espectáculo venezolano en inaugurar un Festival Internacional de Teatro de Caracas y se presentó exitosamente en Londres y Bogotá. El Financial Times de Londres la calificó como “una producción de una imaginación casi ilimitada, fascinante”; The Guardian, “hermosa y poderosa, una obra de teatro llevada por la básica necesidad humana de cantar, bailar, narrar y comer.”; Time Out, “El mejor espectáculo de la semana en Londres”. 
Rondó Adafina, sobre la que se hizo un taller en el Drama Center de Londres en 2001, marca el relanzamiento de este proyecto internacional. “Nuestra meta final es presentar el montaje en siete países (Marruecos, España, Portugal, Holanda, Brasil, Curazao y Venezuela, siguiendo la ruta histórica de los judíos de Coro”, puntualiza este apasionado de las artes, quien posee una maestría en Artes escenográficas (Summa cum laude) del Central Saint Martins College of Art and Desing (Londres 1998), hizo pasantías por teatros de ópera de Colonia y Sttugart (Alemania), y otros importante escenarios europeos, obtuvo en 1999 el Premio Municipal a la Mejor Escenografía y Mejor Producción y ha estado al frente de la dirección técnica del Festival Internacional de Teatro y del Teatro Teresa Carreño, entre otros. 




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