martes, noviembre 12, 2013

España paraíso gay

"Marburg" ahora en Unearte para mostrar el talento de un catalán y la calidad de los actores venezolanos dirigidos por Juan José Martín
El catalán Guillem Clua (1973) es el periodista y dramaturgo de quien más se habla en Caracas durante los últimos meses de este crucial 2013, tras los montajes de sus obras  La piel en llamas y Marburg, por  los directores Vladimir Vera y Juan José Martin, los cuales tienen ahora una segunda temporada en el teatro Principal y en Unearte.
 Vía Internet respondió así a nuestras preguntas:
-¿Cómo está su vena creativa últimamente?
-He tenido un otoño muy movido. He dirigido un nuevo espectáculo en el Teatre Lliure de Barcelona llamado La revolución no será tuiteada y he colaborado con textos para un espectáculo de danza que se presentó en Madrid el mes pasado y en una comedia sobre la televisión que aún está en cartel en Barcelona. Además, cada semana escribo un capítulo para una telenovela catalana. Aparte de eso, esta temporada trabajaré desde Madrid para estrenar la versión en castellano de mi obra Smiley y escribiré un musical. 
 -¿Los éxitos y los fracasos lo estimulan a escribir otros textos o  buscar nuevos temas y formulas escénicas?
-No. La motivación la encuentro en otros lugares. Historias reales que me inspiran, personajes que piden que cuentes sus peripecias, incluso una única frase puede desencadenar un torrente de motivación. Nunca sé cuándo ni dónde aparecerá. Mi padre siempre me dice que la inspiración es esencial, pero que cuando llega te tiene que pillar trabajando, y es cierto. El éxito de una obra no genera más ganas de escribir, al menos en mi caso. Es cierto que me siento más valorado en el caso de estrenar una obra que gusta, y eso puede proporcionar más confianza en mí mismo, pero a la vez también puede generar inseguridad, ya que el público siempre pide un éxito similar al anterior. ¡Y ningún dramaturgo escribe siempre obras geniales! Por otro lado, los fracasos me obligan a replantearme cosas, sí, tics en los que he caído, decisiones equivocadas, y eso siempre es saludable.
 -¿Por qué hay tantos textos, no solo los suyos, sobre la homosexualidad y otras conductas sexuales posibles, temas que eran casi vedados para los autores que buscaban la representación de sus textos?
-En mi país, la homosexualidad ha sido un tema tabú hasta tiempos muy recientes. Recordemos que durante la dictadura de Franco podías ir a la cárcel por el mero hecho de ser gay. Ahora mismo vivimos una situación totalmente opuesta, afortunadamente. España fue uno de los primeros países del mundo en aprobar el matrimonio igualitario, y la aceptación social de gays y lesbianas es muy amplia. Pero no hemos llegado a esta situación por arte de magia. Durante décadas, colectivos LGBT han luchado día a día contra la discriminación. Y con ellos, muchos artistas, dramaturgos, escritores, etcétera, también han puesto su granito de arena, dando visibilidad a un conflicto a menudo ocultado. Las obras de teatro que abordan este tema a menudo han sacado a la luz historias que el público mayoritario no podía ni sospechar. Han sido obras de gran calado, escritas aquí o fuera, que tenían una voluntad de denuncia, en un tiempo en el que eran muy necesarias. Hoy en día, afortunadamente ya no hace falta denunciar tanto, y las obras de temática gay en España suelen tratar el tema con mucha más normalidad, como es el caso de mi comedia Smiley, una historia de amor de dos chicos que ha tenido un gran éxito en el teatro comercial de Barcelona la última temporada.
-¿Qué opiniones, a favor o en contra, ha recibido sobre sus obras donde toca la conducta gay?
-Nunca he tenido una sola mala crítica por el hecho de incluir temas gays en mis obras. Jamás. Más bien todo lo contrario. Smiley, por ejemplo, ha recibido excelentes críticas de manera unánime, y un apoyo del público que ha mantenido la obra en cartel durante un año entero, contando la gira por el país. 
-¿Marburg es la obra más completa de su repertorio, donde hasta se mete con la Iglesia Católica Apostólica y Romana?
-No creo que sea la más completa, pero sí la más ambiciosa. Es cierto que trato muchísimos temas en esa obra, a través de cuatro universos distintos, pero eso no la hace más completa que La piel en llamas o cualquier otra. De hecho, al ampliar tanto el espectro de la reflexión, en tantos frentes, se corre en riesgo de no tratar un tema con la profundidad que merecería si, por ejemplo, en lugar de escribir una obra, hubiera escrito cuatro con todo el material que he metido en Marburg. Alguna crítica he recibido en este sentido. Aun así, creo que fue un acierto apostar por una obra tan poliédrica y que en el fondo trata un único tema: el miedo a desaparecer. Al abordarlo vi claramente que tenía que hablar de la religión (un tema recurrente, por otro lado, en muchas de mis obras, como El sabor de las cenizas o La tierra prometida), ya que la iglesia es la única que promete la cura definitiva a todos los males: la vida eterna. En Marburg no critico tanto la iglesia como el uso que la iglesia puede hacer de la fe, así como la manipulación de la necesidad de creer que tiene el ser humano.  
 -¿Qué dicen los conservadores españoles de ese texto?
-Cuando se representó la obra en el Teatro Nacional, había gente que abandonaba el teatro a media función. Se sentían ofendidos por el contenido de la obra, al hablar de sexo explícito o al comparar a Dios con Kylie Minogue, por ejemplo. Solía ser gente mayor que no esperaba ver una obra así en un teatro público de tanto prestigio como el TNC. No me molestaba que se fueran. De hecho, me alegraba ver que la obra les perturbaba tanto. Espero que de eso sacaran alguna reflexión o que reflexionaran un poco sobre por qué se sentían tan ofendidos. Ese es el poder del teatro.
-¿Qué aconseja a los nuevos y los veteranos autores teatrales para que intenten saborear el éxito de las carteleras?
-No sé si soy nadie para dar consejos... Les diría lo mismo que me repito a mí mismo cada día: que escriban, que no tengan miedo y, sobre todo, que sean honestos con ellos mismos: que no escriban la obra que el mercado espera de ellos, que escriban lo que sienten, lo que realmente piensan, que encuentren su verdadera voz y no una voz más como tantas otras. Que intenten ser únicos.
-¿Lo han traducido al inglés para representarlo?
Sí. Todas mis obras están traducidas al inglés. Marburg y La piel en llamas cuentan además con versiones en otros idiomas europeos. Son mis dos textos más internacionales.


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