sábado, septiembre 14, 2013

El pez que fuma ha resucitado

La Garza con los tres hombres que le consumen su vida en escena
Román Chalbaud Quintero ya  había visto y escuchado muchísimo en sus 82 años, 60 de los cuales han sido consumidos en las artes escénicas criollas. Pero aquello lo impactó y le afloró un inesperado llanto de emoción, en la sala Trasnocho, casi hacia la medianoche del viernes 6 de septiembre de 2013. No lo había  presenciado jamás y menos como epílogo de una de sus obras: La Garza en su catafalco, rodeada de sus amigos y abrazada por Tobías, se despierta de su viaje eterno y se lanza  sobre el pecho de su amante,  para cantar unas pocas líricas del tango Sus ojos se cerraron, que inmortalizó Carlos Gardel hacía 1935, con letra de Alfredo Le Pera:
Sus ojos se cerraron…/y el mundo sigue andando/, su boca que era mía/ya no me besará más, /se apagaron los ecos/ de su reír sonoro/ y es cruel este silencio / que me hace tanto mal/. Fue mía la piadosa dulzura de sus manos/que dieron a mis penas/caricias de bondad, / y ahora que la evoco/hundido en mi quebranto, / las lágrimas pensadas/se niegan a brotar, / y no tengo el consuelo/ de poder llorar.
Tras ese inesperado colofón escénico, cual inédita opereta criolla, la resurrección metafórica de La Garza- antiheroína de las mujeres luchadoras y apasionadas que no pueden morir jamás en este continente irredento- como se interpreta aquello, cayó el telón  y el público saltó de sus butacas para aplaudir El pez que fuma que había disfrutado, acompañando de manera exultante a Chalbaud, a todos los intérpretes y especialmente a la directora Elba Escobar- sensible e inteligente-quien se atrevió a cambiar el epílogo de la obra, estrenada hace 45 años en el teatro de El Nuevo Grupo por el mismo escritor. La catarsis fue colectiva y el brindis acentúo aquellos nobles sentimientos. ¡El teatro hermanó a todos los que ahí estábamos!
Fuimos testigos de excepción de una de esas raras e irrepetibles  noches del teatro venezolano, cuando un texto demuestra, una vez más, su cruda vigencia, y toda una nueva generación de artistas  lo toma y le da contemporánea vida escénica con sorprendente calidad, para reiterar así que hay un país vivo, pensante y sensible… al menos en su teatro.
Chalbaud nunca explicó que busca con El pez que fuma, simplemente muestra como los burdeles son sitios donde hombres y mujeres drenan pasiones y tratan de conseguir ese amor que les sale no solo por la boca. Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que naufragan, porque  el poder y el amor son las grandes pasiones humanas y eso ahí está muy bien marcado o definido. ¡Quien tenga ojos y oídos que entienda!
Esta versión 2013 de El pez que fuma se hizo carne, sangre y lágrimas para recrear esa singular historia de amor, violencia, prostitución y miserias, bajo la dirección de Elba Escobar, con producción y dirección escénica de Oswaldo Estrada Rondón y  Enrique Salas; la excelente participación de Caridad Canelón, apuntalada por Carlos Cruz, Antonio Cuevas y Francisco Medina, con las convincentes actrices Mayra Africano, Ivette Domínguez, Freila Ramos y actores como Coquito, Marcos Alcalá, Jesús Núñez, Ray Ángel Torres, Irving Gutiérrez, Leonardo Aldana, y Fernando Da Silva.
Hemos releído, para torturarnos, el texto de El pez que fuma y además saborear maquiavélicamente cada una de las líneas de sus personajes y ubicarlos fuera del escenario y en este  caraqueño siglo XXI. No queda duda que Román Chalbaud Quintero se adelantó a los tiempos actuales porque ahora es cuando las garzas criollas pululan y todas, sin agotarse, luchan no necesariamente en burdeles sino en fábricas, tiendas y oficinas o donde una mujer sea necesaria, y por supuesto en sus barriadas, para sacar adelante a sus hijos y  para que todos puedan comer, al menos una arepa con atún y cebolla  y beberse una taza de  agua de papelón, y dormir en paz, por lo menos esa noche, sin dejar de ver antes la telenovela de turno, que cual  soporífero los hará soñar en una mañana mejor o quizás peor.


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