sábado, julio 09, 2011

Volvió Diógenes Escalante

Tras diez años de participar activamente en el proyecto del Trasnocho Cultural y además comandar la gerencia de las dos salas teatrales, el director Moisés Guevara hizo mutis contra su propia voluntad, pero dejó una huella y por ende una tradición. No se marchó este meritorio trabajador teatral sin antes despedirse con la pulcra y artística puesta en escena que logró del espectáculo Diógenes y las camisas voladoras, el cual ojalá sirva como pauta de calidad en las venideras programaciones de esa institución privada.
Se trata de una pieza que, a partir de hechos históricos venezolanos, plantea una metáfora ante el público inteligente y además lo divierte con una estética extraída de las entrañas mismas de la comunidad, ya que han sido revisitadas las estructuras de los sainetes criollos y llevadas a las exigencias contemporáneas, añadiéndole incluso pinceladas del tan cacareado distanciamiento brechtiano.
Nos referimos, pues, al montaje Diógenes y las camisas voladoras, bien escrito y felizmente protagonizado por Javier Vidal Pradas, coprotagonizado por los convincentes Jan Vidal Restifo y José Miguel Dao, con el soporte ecléctico de escenografía, vestuario e iluminación, diseñados por Fernando Calzadilla, y la fina producción de Margarita Lamas y Carmen Jiménez, el cual se exhibe desde el 1 de julio en la sala Teatro Trasnocho.
Guevara se despidió del Trasnocho Cultural afirmando, en el programa de mano de Diógenes y las camisas voladoras, que agradece "la solidaridad de mis compañeros de viaje y el amor y la pasión que me regalan para poder escribir en este cuaderno de navegación, el grito: proa en perpendicularidad correcta hacia nuestra verdad”, una plausible conducta cabrujiana, puntualizamos nosotros.
Absurdo suceso
Y son precisamente los derroteros de la gran escuela de José Ignacio Cabrujas, quien usó, glosó y metaforizó como nadie la historia venezolana, por donde ahora navega Vidal Pradas con su texto dramático Diógenes y las camisas voladoras. Él recrea un absurdo suceso que cambió el rumbo de Venezuela en transito hacia la esperanza posible de una sociedad democrática y más participativa, como consecuencia de la insania del político Diógenes Escalante (1879/1964), todo un personaje trágico caribeño que se frustra en su transito existencial por su locura a destiempo, la cual aún, a más de 60 años, no esta suficientemente esclarecida. Algunos “médicos diagnosticaron arterioesclerosis; otros, esquizofrenia (lo más probable es que tenía ambas). En todo caso el detonante fue el estrés, por el exceso de trabajo y la meta que tenía por delante: modernizar y democratizar a Venezuela”, como escribió el especialista Edgardo Malaspina.
Espectáculo
Diógenes y las camisas voladoras
es la precisa teatralización, en tres cuadros y un epílogo, de los hechos acaecidos en el hotel Ávila de Caracas, los días 10 de agosto, el 2 y el 3 de septiembre de 1945 y un final fantástico con el protagonista y sus dos acólitos, cuando él se despide diciéndoles: “Díganle a mis amigos que me perdonen. Que no pude responder al honor que me hacían al poner en mis manos el destino de Venezuela”. Todo dentro de una atmosfera hiperealista, con diálogos breves y unos cuantos monólogos, y los personajes usando el melodioso idiolecto andino o gocho.
Vidal Pradas ha escrito que su pieza es la recreación de un suceso que, a su entender, cambió la brújula de un país. Su Diógenes Escalante es un personaje trágico en una situación cómica. Los otros entes escénicos, su secretario (Hugo Orozco) y el periodista o coleguita (Ramón J. Velásquez) no son de ficción, pero sí el grueso de sus diálogos o sus acciones dramáticas. La sencillez del tramado dramático, al cual definimos como “a caballo” entre el sainete criollo y las comedias costumbristas, permite el juego conceptual de la presocrática temática del azar y la necesidad. El lenguaje usado y las caracterizaciones de los personajes, especialmente el protagonista, hacen intenso, y no por eso menos placentero, el espectáculo, al tiempo que las citas geográficas del discurso escénico y el acento andino convierten al montaje, de tesitura trágica de por si, en una amena reunión para disfrutar la escenificación de un cuento de salón, donde todos saben el final, pero quieren ahondar más en el relato y sacar sus propias conclusiones. Las risas y los aplausos del público, pues vimos un ensayo general y el estreno, eran exultantes y cómplices del mensaje político que manaba del escenario.
Teatro político
Nosotros, que leímos unos cuantos textos sobre Diógenes Escalante y en especial la novela de Suniaga, creemos que “la mano negra” que precipitó la tragedia del político y la de Venezuela también, fue el presidente Harry Truman, amigo del político, quien se había ofrecido llevarlo de Caracas a Washington en su avión Sacred Cow. A Estados Unidos de America le interesaba más un régimen fuerte en la nación latinoamericana para frenar el avance del comunismo, como se demostró a lo largo de los años posteriores.
No podemos dejar de destacar que para Vidal Pradas como dramaturgo -y tiene casi una quincena de textos, - su mayor pretensión o anhelo es el entretenimiento por encima de cualquier lección de ética, tomando en cuenta que “la evasión y el divertimiento son dos de los más importantes mandamientos de la deontología teatral”, porque, como artista que es, “escribo teatro político”.Y aquí está plenamente logrado. !Bravo!
Historia teatralizada
Javier Vidal Pradas, como también lo hizo William Shakespeare, tomó referencias históricas, suministradas por ensayistas, escritores y novelistas, para elaborar su Diógenes y las camisas voladoras. La primera referencia que tuvo fue a través de Oscar Yánez, en persona, a mediados de la década de los 80 y con su libro Amores de última página. Años después leyó y disfrutó los trabajos de Maye Primera en la Biblioteca Biográfica Venezolana y la novela de no ficción El pasajero de Truman de Francisco Suniaga. Pero, como la situación del candidato a la Presidencia de la República, Diógenes Escalante en un hotel a pocas horas de verse con el presidente Medina Angarita en Miraflores, era muy tentadora para ser escenificada, completó su investigación con el ensayo de Rafael Simón Jiménez (Cinco sucesos que cambiaron la historia), un texto de Simón Alberto Consalvi (1945 y la otra mitad del siglo XX en la Revista 111) y la reseña hemerográfica de los meses de agosto y principios de septiembre de 1945 en los diarios Ultimas Noticias, El Nacional, El Universal, La Esfera, Ahora y la revista Elite. Por supuesto que la franca conversación con el veterano periodista Yánez volvió a reactivársele cuando ya tenía un supuesto diagrama mental de la obra, pues aquel fue testigo presencial de la noticia que conmovió y cambió la historia contemporánea de nuestro país, subraya el autor.

1 comentario:

Samuel González dijo...

Excelente reseña.

Por otra parte, lo del teatro político es de una necesidad tremenda en estos tiempos demasiado "políticos". Recuperar la polis: Estado y ciudad a partir del teatro, y éste no como espectáculo solamente, sino como paideia para un país dividido, fragmentado, enfermo...