sábado, junio 11, 2011

Todo por amor al teatro

Tiene 35 años y no ha perdido tiempo con las artes escénicas. Es un actor reconocido y además tiene metas posibles con su profesión. Pero Alexander Solórzano también ha incursionado en la producción y la dirección de montajes teatrales comerciales, como Dos de amor, esos que hacen taquilla para pagar comediantes, al dueño de la sala, los consabidos impuestos y adquirir algo del mercado familiar, que en su casa ya tiene dos bocas más para alimentar.,
-¿Qué hace un actor de su talla metido en el berenjenal de producir y además dirigir?
-Hay días en los que acuesto haciéndome esa misma pregunta. La verdad... soy muy inquieto y terco. Me considero un obrero o un artesano al servicio del teatro y por eso siempre voy a estar tratando de comprender cada parte del terreno en el que me desenvuelvo; áreas que, después de todo, no son ajenas al oficio del actor.
-En un principio no me plantee dirigir, solamente producir (esto si es un berenjenal). Estaba pasando por una etapa medio depresiva en el plano actoral, aunque siempre me mantengo ocupado y no me faltan propuestas, sentía que no estaba haciendo trabajos trascendentales y que muchos proyectos los aceptaba por tener una entrada de dinero, por compromiso con mis amigos o sencillamente por mantenerme activo en el medio y, definitivamente, ese no debe ser el leitmotiv de un interprete. Me dije entonces: “para trabajarle a otro, prefiero trabajar para mí”. También hubo un evento muy particular que me llevó a pensar en la idea de producir.
-En cuanto a la dirección he coqueteado antes con ella. Siempre quise hurgar en este campo minado. Cuando estudiaba en la Escuela Juana Sujo, cada tres meses teníamos que presentar trabajos que eran evaluados por nuestros maestros de actuación, voz y expresión corporal; eran escenas o fragmentos de obras universales o venezolanas que debíamos elegir y montar los propios alumnos. Dentro del pénsum la dirección era, tácitamente, un ejercicio que debía ser tomado en cuenta para la formación integral del actor.
-¿Cómo llega a la producción-dirección de Dos de amor?
-Conozco parte de la dramaturgia de José Gabriel Núñez, más no sabía de Dos de amor hasta que a finales del año pasado me topé con este texto. Cuando lo leí me gustó tanto que tuve la idea de interpretarlo y fue así como llamé a José Jesús González (director de Maracay y compañero de promoción en la “Juana Sujo”) para hablarle de la obra y que se encargara de la dirección. La gran sorpresa fue enterarme –por boca del mismo González- que él ya tenia una puesta de dicha pieza con dos actores de Maracay. Más que una mala noticia me pareció estupendo que ya conociera la obra y, más aún, que ya la tuviera montada. Le dije: “Quiero hacer el rol de Ángel. Te vienes a Caracas y la hacemos aquí”. Sin embargo, González, me hizo declinar de la idea haciéndome ver que yo estaba muy joven para el papel. Terco al fin le hice una segunda propuesta: “Tú la diriges, pero yo la produzco… y me encargo de buscar a dos actores en Caracas para hacerla aquí”. Emprendí la tarea solicitar salas y fechas para después contactar a los actores que teníamos en mente. Las primeras opciones fueron Alejo Felipe y Rosario Prieto, interpretes de amplia trayectoria. A Felipe lo conocía porque habíamos compartidos en una lectura dramatizada, sin embargo, no había tenido roce alguno con la señora Prieto; no obstante, por esas “casualidades” del destino me la conseguí en el Teatro Premium de Los Naranjos cuando yo salía de una función y un amigo (crítico de teatro) nos presentó. A ambos actores les hice llegar el texto, lo revisaron y sus respuestas fueron inmediatas y positivas. Después llamé al autor y éste me dio una autorización para que produjera la pieza. En enero de 2011 fijamos nuestro primer encuentro para hacer una lectura y cuando todo estaba en aparente orden se rompieron los nexos laborales con González, asumiendo yo –sin más remedio- toda la responsabilidad del proyecto.
-¿Cómo plantea una producción y una dirección?
-Lo primero que me plantee como productor fue buscar una obra de pocos actores y bastante sencilla en cuanto a requerimientos técnicos y escenográficos. Dos de amor posee esas características básicas: pieza de pocos elementos y servida para el lucimiento de dos interpretes. Consciente de mi poca experiencia decidí trabajar con antelación en la preproducción para que el tiempo no me tomara por sorpresa. Otros de los factores que tuve que tomar en cuenta fue esa palabra –a veces odiosa- llamada “cartel”. A la hora de buscar salas es un punto a favor contar dentro del elenco con figuras reconocidas o actores con eso que llaman “arrastre”. Para mi eso es una falacia pues el teatro no es un arte que deba basarse en la imagen sino en la calidad, en la creatividad y en la misma fuerza expresiva que ostenta como medio.
-Sin embargo, como el “cartel” no tiene que estar divorciado de la eficacia, recurrí a la experiencia y destreza de actores como Rosario Prieto, Armando Cabrera y Alejo Felipe. El siguiente paso fue elaborar un dossier y comenzar a buscar disponibilidad de salas. Luego hice un primer borrador de lo que podía ser la ficha técnica y comencé llamando a los amigos que podían asumir cada una de las áreas de trabajo.
-Con relación a la dirección utilicé el mismo plan que uso como actor para darles forma a mis personajes. Siempre lo he dicho, para mí cada papel es como hacer una tesis de grado. Previo a los ensayos leí varias veces el texto… quise desmenuzarlo, extraer de él toda la información posible; eso me permite hacerme un perfil de los personajes, entenderlos dentro de su contexto, ver sus motivaciones, sus frustraciones, cómo se relacionan entre ellos. En la medida en que voy examinando la obra van surgiendo unas primeras imágenes sobre lo que –tentativamente- sería la planta de movimientos… una aproximación que irá tomando dimensiones definitivas con el trabajo colectivo. Es la fase más rica porque permite interpretar a cada uno de los roles a mi antojo. Todas las inquietudes, reflexiones, preguntas y respuestas que puedan surgir las apunto para después llevarla a la mesa de trabajo. Básicamente lo que más me importa es que los actores dominen el espíritu de la obra, el hilo conductor de los personajes y el objetivo de cada escena. Trato el acuerdo antes de comenzar a movernos en el espacio.
-¿Qué es más importante para su doble trabajo?
-Definitivamente la experiencia. Lo que se asimila en la práctica no es comparable a lo que puedan enseñarte en un salón de clases. Lo aprendido hasta el momento no lo había conseguido en 16 años de carrera. Ahora tengo una mayor comprensión del teatro como equipo y un respeto más agudo por el trabajo del otro. Este es un oficio que requiere entrega, tiempo, pericia y mucha paciencia.
-¿Y la actuación cuando la retoma?
-La actuación nunca la he dejado. Dirigir es también una forma de actuar. Tengo mucho camino por recorrer, mucho que aprender. Ciertamente estoy dando mis primeros pasos como productor y director, pero todavía no puedo –ni debo- sentirme cómodo con un rol que apenas estoy explorando. Soy actor ante todo. Actualmente estoy en cartelera con Besos para la bella durmiente, obra infantil que dirige Basilio Álvarez, y en cine se proyectan Cortos Interruptus y Días de Poder. A corto plazo ya estoy comprometido con Chalbaud para participar en algunos de los proyectos que tiene en agenda, uno de ellos sobre la vida de Cipriano Castro. Tampoco puedo olvidar Zamora.

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