sábado, junio 12, 2010

Muerte en directo

Los unipersonales pululan desde que existe el teatro griego. Y en la historia del arte escénico criollo, particularmente durante la última década del siglo XX, el monólogo más destacado fue creado por la autora Mónica Montañés, el director Gerardo Blanco López y la cómica Mimi Lazo. Exhibido en Europa y en casi toda América, tras estrenarlo durante la temporada 1996 del Ateneo de Caracas, El aplauso va por dentro ahora espera su versión cinematográfica, para lo cual sólo falta decidir qué actriz dará carne, sangre y temperamento a la histérica cuarentona Valeria, empeñada en casarse por segunda vez o pasarla muy bien con un caballero que la pretende, pues ella se niega a llevar su soledad en solitario e insiste en la utopia del amor.
El histórico espectáculo Montañés-Blanco-Lazo, el cual aún se exhibe, suscitó una necia revuelta entre periodistas, críticos y teatreros de todos los plumajes. Nadie quería explicarse el éxito de “ese monólogo de mono rojo”, solamente el público acudía, y aún así ocurre cuando lo presentan, para divertirse con los patéticos enredos de una divorciada empeñada en ponerse buena o sexy para conquistar a un caballero, quien lleva una vida íntima complicada.
Ese teatro “ligero” o “comercial” se convirtió en monumental diván de Freud al cual mujeres y hombres iban, o van, para disfrutar del dolor ajeno, a sabiendas que también es el de ellos o ellas .Y brotó, cual verdolaga, la monologüitis. Todos y todas saltaron a la escena con sus soliloquios. Hubo ganancias, perdidas y hasta liquidaciones por desalojos, pero los espectadores hicieron sus cojonudas catarsis, porque únicamente para ellos se trabaja, desde que Tespis inventó el ritual teatral para su comunidad.
Teatro como pretexto
Pero mientras en Buenos Aires, donde puede faltar la carne y el vino pero nunca el teatro, cinco mujeres monologan simultáneamente y conmueven al público con sus sagas, aqui en la Sala Horacio Peterson de Unearte, la consagrada actriz Alma Blanco pierde cada noche su vida, mejor dicho encarna a una comedianta que se pasea, durante unos 55 minutos, por lo que ha sido su existencia, repleta de metas o de anhelos factibles de escenificar, porque se suicidará al culminar su discurso, ya que así lo ha determinado, porque es una decisión propia y no inducida.
Pero antes de ejecutar su mutis final, comparte sus reflexiones y preguntas con los espectadores. A su vez, diserta enfáticamente sobre el arte teatral, sus técnicas, métodos, personajes y el lugar que ocupa en el ámbito social; alude al lugar del actor, sus fantasías y fantasmas, y remata con una analogía que al mismo tiempo es una paradoja: teatro-vida-muerte. Todo en un tono irreverente, mordaz, sombrío y en momentos hasta luminoso. El autor utiliza a ese asqueado personaje para arremeter contra los medios de comunicación masivos del arte y propalar su alegato a favor del teatro de arte, de la toma de posiciones necesarias de los artistas y hasta opina o evalúa el mítico libre albedrío, ese que volvió loco, dicen algunos, al mismo príncipe Constante.
Se trata del monólogo Muerte en directo, de Guillermo Heras (Madrid, 1952), quien lo trajo a Caracas durante una de sus teatrales y quijotescas visitas y se lo dio a la actriz Alma Blanco y la directora Gladys Prince para lo hicieran espectáculo vivo. Ellas lo adaptaron y desde la temporada 2006, en el Teatro Luis Peraza, ha estado en escena y ahora busca nuevos espacios y espectadores, a sabiendas que su temática puede ser críptica por momentos pero que puede disfrutarse cual un bálsamo para los malos tiempos.
Es, pues, un texto culto, donde no hay desperdicio, donde todo está justificado. Todo es plausible, menos el suicidio fuera de escena, de un pistoletazo, de la actriz- personaje, que vive y hasta apasiona al auditorio gracias al trabajo profesional de Alma Blanco, una veterana y estudiosa integrante del Centro de Creación Artística TET, institución que comenzó a caminar desde 1972, de la mano de Eduardo Gil y que después ha comandado Guillermo Díaz Yuma.
Amor y soledad
La periodista Carolina Prieto, del diario bonaerense Pagina 12, publicó, el pasado 4 de junio, un extenso reportaje sobre la proliferación de los unipersonales creados y encarnados por actrices, obras de cámara con centímetros de distancia entre escenario y platea, de mucha intimidad y una comunicación casi directa con el público argentino. Entrevistó a Ximena Banús, María Merlino, Deby Wachtel, Irene Sexer y Leticia Torres Ximena Banús, quienes hablaron del público, el amor y la soledad:
–Todo lo que suceda va a depender de tu ritmo, de tu actuación, de tu percepción del público. Un público más risueño hace que yo me vuelva más risueña aún, y un público menos expresivo me lleva por otro lado, hace que no me acelere para causarle simpatía o risa. Termino más arriba después de actuar con un público festivo, pero un público que no se manifiesta tanto me ayuda a actuar mejor. Aprendí que al espectador hay que darle aire, no hay que darle material todo el tiempo sin respiro
-¡La mujer es el amor! Es atávico e inherente a su naturaleza, dentro del cuerpo femenino se forman los bebés. Creo que todo el mundo emotivo de las mujeres ve en el sufrir, en la falta y en la búsqueda del amor un territorio vastísimo donde saciarse.
-Todos sentimos amor, alegría, tristeza, soledad. Pero las mujeres tenemos una manera de contarlo más cruda, más desnuda y explosiva. Como si no pudiéramos callar todo lo que nos pasa y, en muchos casos, como si tuviéramos la necesidad de hacer algo y transformarlo en un hecho poético.
–Sufrimos la soledad y la falta de amor por igual, sólo que los hombres lo manifiestan de otra manera porque pesan diferentes mandatos que incorporamos y asimilamos. Sobre nosotras pesa distinto el estar sola y a medida que pasa el tiempo, pesa cada vez más. Hablamos porque nos gusta hablar de lo que nos pasa, nos gusta que nos escuchen. Qué mejor para eso que plantarse solita en un escenario.
-A mí no me interesó hablar de la soledad sino meterme con la obsesión y cómo la obsesión hace que desarrolle un poder de observación tremendo y conozca los vericuetos del ritual, hasta los pies hinchados de la novia apretados en sus zapatos nuevos o el ruido de las medias con el roce de las piernas. Es como si percibiera todo con lupa, con un zoom.


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