martes, diciembre 16, 2008

El general Maisanta ahora pelea en el teatro

"Hoy es el año de 1930, en una Venezuela de emboscada, caída y epitafio. Hoy estamos aquí para velar a un guerrero. Hoy estamos aquí para velar que su nombre no sea olvidado por la historia de los siglos. Desamparo histórico hasta hoy ha tenido él, quien fue quemadura del sueño hasta la rabia para todos aquellos que sólo impusieron muerte y yugo. Tenía 44 años cuando lo sacrificaron”.
Así comienza el texto Las lunas de Maisanta con el que Néstor Caballero (Aragua de Barcelona, 1953) ganó el II Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora 2008, que adjudica el Instituto de Artes Escénicas y Musicales, el cual consiste en 30 mil bolívares, un pergamino y derecho a la publicación.
Caballero, todo un dramaturgo profesional, que además se le conoce por su novela Naranjas dulces, reconoce que hasta ahora ha ganado 34 premios por sus habilidades como escritor de dramas. Advierte que el teatro es una manifestación que por su complejidad requiere de una gran inversión pues en ella concurren todas las demás artes para poder expresarse.
-¿Satisfecho con los concursos?
-Un concurso significa que, por lo menos, en su esencia, en la dramaturgia, podrá manifestarse al ser leído. Un concurso es una manera en que lo escrito se confronte. Ahora bien, en el fondo, lo que hace que un premio sea tal, es que amigos, amigas, compañeras y compañeros de este noble oficio que es el teatro, se acercan con su afecto y te recuerden. Un premio es un saludo de quienes nos quieren. Al fin y al cabo uno crea, uno escribe, uno hace teatro, uno hace arte para que lo quieran”.
-¿Qué hará con los 30 mil bolívares del premio?
- No lo sé. No los esperaba. Me imagino que invertirlos en libros y en material para seguir escribiendo.
-¿Qué aborda Las lunas de Maisanta?
- El tema de fondo de mi obra es el de los principios. Eso la rige de principio a fin. ¿Se puede cambiar de principios, si las circunstancias históricas cambian y no van a nuestro favor? ¿Se puede, enfrentados y derrotados por la realidad objetiva, modificar nuestras convicciones que son las de que nuestro entorno social y político se modifique en beneficio de todos, cuando nos vemos perdidos, asediados, cuando vemos que esos ideales no pueden ser alcanzados en un momento de derrota? ¿Se puede, dado que no es el tiempo histórico, acomodarnos, agachar la cabeza y ajustarnos a un poder abusivo y absoluto para obtener prebendas? ¿Se puede, por intereses individuales, cambiar de principios para beneficiarnos política y económicamente, en detrimento de los intereses colectivos?
El protagonista de su obra, Pedro Pérez Delgado, llamado también Maisanta, un aguerrido general de los de antes, “no renuncia a sus principios y se ve enfrentado no sólo al poder económico de ese momento, no sólo a los distintos gobernantes y al despotismo de Juan Vicente Gómez, sino a lo que es más terrible, más doloroso, al de sus propios compañeros de revolución que lo venden y terminan siendo leguleyos del dictador y hasta brazo armado del mismo para reprimir a quienes luchan por un estado de equidad y justicia social. Por ello es que, conservando sus principios, Maisanta va a pasar ocho años en la cárcel, en el Castillo de Puerto Cabello. Estando en ella es envenenado por órdenes del dictador al constatar que Maisanta no renunciará a sus principios. Mientras que aquellos que lo acompañaron en sus luchas, se ajustaron a Gómez y a las oligarquías económicas del momento que a su vez representaban los intereses foráneos”.
-¿Cómo es su Maisanta?
- El hombre siempre tiene una relación mágica, religiosa, con sus cielos. Así como el hombre de la costa la tiene con sus nubes y las descifra para la pesca, el hombre del llano la tiene con sus lunas, con sus diferentes lunas que le iluminan la sabana en su cabalgar solitario de las noches. En mi obra, Maisanta, el último de los generales a caballo, ya muerto, va descifrando sus lunas para ir inventariando su vida. En esa interpretación, recorre sus circunstancias vitales, su relación con su familia, con el amor, con la soledad, con ser gobernante (recordemos que él fue gobernador del estado Apure). De igual manera, trae a su memoria los eventos históricos y se hacen presentes los personajes que le tocó conocer, como el Mocho Hernández, los generales Arévalo Cedeño y Ortega Martínez, y hasta su conversación, engrillado y preso, con el general Gómez. Es una obra épica pero donde lo humano, el sentir, el pulso doloroso de una vida con sus sueños se destaca, así como el imaginario colectivo y esos seres sensibles que sin ser protagonistas de la historia están presentes. Sí, el colectivo de un pueblo también es protagonista en esta obra.
-¿Cómo fue el proceso de creación de la pieza?
-El estudio, la lectura, la meditación y muchos borradores que fueron a dar al cesto de la basura. Al ser una obra que parte de situaciones históricas, te obliga a ir a las fuentes, a las entrevistas, a esos espacios, como también a los libros y subrayar, estudiar, conocer los hitos históricos, económicos, sociales, políticos y las costumbres de esa época. Se llenan cientos de páginas con esos datos, pues un escritor jamás puede crear sobre lo que no conoce hasta la base. Es un reto fatigante, pero siempre atractivo y asombroso, pues, como la escena en el teatro no miente, como la escena es una especia de radiografía donde salen todas las contradicciones, uno deja de sorprenderse que haya en los libros de historia hechos tergiversados y ocultos.
-¿Tiene "un método Caballero" para escribir teatro?
- No. ¡Qué me libren los dioses del teatro de tener un método! Un artista que desarrolla un método para crear, está muerto. Nunca sé si lograré terminar la obra que estoy escribiendo. Cada obra es un desafío y una lucha que conlleva a explorar distintos e inéditos caminos. Eso es lo maravilloso de la creación, seguir con nuestro pesado fardo cuesta arriba hasta encontrar el camino, en un transitar sin brújula y agobiado de enigmas, de desconciertos. Lo que si tengo es disciplina. Una disciplina de monje trapense donde de lunes a sábado, por seis horas, me encierro a luchar con las palabras, a descifrar el conflicto, la incógnita que siempre son los personajes.
-¿Tiene su obra un compromiso político o es una pieza neutra, algo difícil además por el personaje Maisanta?
-Yo soy producto de un sistema educativo donde la historia de Venezuela se nos daba solamente como un cúmulo de fechas y de acciones históricas que, al sistema, le convenía que supiéramos. Con respecto a la historia, esa educación que nos dieron, nunca fue investigativa, crítica, analítica y mucho menos dialéctica. Desde que comencé a escribir me formé un plan creativo para desentrañarla. Me propuse, estudiándola, teatralizarla y con un plan bien definido. Si se estudian mis obras se encontrarán con Longanizo (basada en Simón Bolívar), con Toñito (Sucre) y Dados (Rafael Urdaneta) Es a través de nuestros padres fundacionales, de su vivir, de sus conflictos, que estudio y reflejo esa época. También tengo en mi haber El rey de los araguatos sobre la Guerra Federal y cuyo personaje latente es Ezequiel Zamora. También Pecios que parte de la apostasía del general Falcón a esa guerra, a esa revolución traicionada. Luego están Los taxistas también tienen su corazoncito que abarca el período de Medina Angarita, su derrocamiento por militares felones en complicidad con Acción Democrática y la entronización de Pérez Jiménez en el poder. Luego, saliendo apenas de Pérez Jiménez, vendría mi obra La semana de la patria sobre el período de la seudodemocracia de Rómulo Betancourt. De ahí vendría luego Chocolat Gourmet que abarca Caldera, Pérez y Lusinchi. Esta obra, Las lunas de Maisanta forma parte de otra trilogía, que aún estoy trabajando, y que está ubicada en la época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Ahora, en mi historia como creador, ahora que recibo este premio, viene a mi memoria que exactamente un 15 de diciembre de 1978, hace 30 años, me era otorgado mi primer premio de dramaturgia, el del Nuevo Grupo, por mi obra El rey de los Araguatos. El personaje latente en esa obra era Ezequiel Zamora, la época, la Guerra Federal. Es como si se estuviera cerrando un ciclo.

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