martes, diciembre 02, 2008

72 años más tarde, Federico predica en Caracas

Un piso falso de agua, con una profundidad de dos centímetros, por lo menos, que recibe una cortina de agua, casi todo el tiempo; un piano negro de cola y un sofá blanco, de ocho metros de largo, el cual después se eleva, además de la caja negra del escenario sin aforar, son algunos básicos elementos escenográficos y de utilería que le permitieron a un apasionado elenco venezolano y la catalana Carme Portaceli presentar, desde la sala Humboldt de Caracas, una inteligente e impactante lectura escénica de Así que pasen cinco años. Esta producción lograda entre el Centro de Creación Artística TET y la española Factoría Escénica Internacional, auspiciadas por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura y el proyecto Iberescena, hace temporada hasta el domingo 7 de diciembre.
Se trata de una de las piezas menos representadas del vate granadino Federico García Lorca, asesinado por los fascistas franquistas el 19 de agosto de 1936 y lanzados sus restos a una fosa común en el barranco de Viznar, de donde ahora serán recuperados por las autoridades judiciales españolas, para satisfacer además la petición de los familiares del profesor Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, junto a quienes fuera ejecutado durante aquella nefasta madrugada.
AMOR
García Lorca escribió Así que pasen cinco años en 1931 y, por esas paradojas del destino, lo inmolan en 1936,cuando precisamente trataba de conciliar sus sentimientos amorosos con la sociedad donde se desenvolvía -la España socialista enfrentada a una España reaccionaria y fascista- y por eso propone su audaz metáfora sobre el amor en el cual creía, a partir de la historia de un joven que tiene que esperar un lustro para desear a su novia, pero cuando se cumple ese lapso y sale a buscarla, ella lo rechaza y lo manda a buscarse otra; aparece un maniquí que le insiste en que debe conseguirse otra y tener un hijo, él lo hace pero no la ama y le pide un lapso de cinco años para hacerlo. Es entonces cuando él se queda sin ese futuro y muere sin realizarse sexualmente.
No es teatro necrofílico. No, es todo lo contrario. Es un hermoso teatro poético que exalta lo único que puede darle sentido, o explicación a la vida, como es el amor. Pero no es amor contemplativo, es amor apasionado, amor que se conjuga con sexo y es capaz de hacer inmortales a los seres humanos. Un amor que se atreve a desafiar hasta la misma naturaleza y reclama su libertad total. Un amor que es fuego purificador y todo lo convierte en cenizas y después es capaz de rehacer a los amantes o a quienes lo practican.
El dramaturgo hizo todos esos malabarismos poéticos y se los ofreció a su pueblo, pero llegó la guerra civil y lo fusilaron, entre otras cosas, por ser “rojo” y homosexual, pecados que la otra España no aceptaba y mucho menos a él, que tenia prestigio propio y obras que sí denunciaban las estupideces de la nación entera.
La catalana Carme Portaceli se ha atrevido con Así que pasen cinco años porque, como ella lo reconoció, el texto tiene una profundidad muy grande, porque es Federico a pleno pulmón, porque se refiere a la verdad y el mundo mental ese donde se alojan todos nuestros fantasmas. Paradójicamente la obra habla de que hay que vivir, que no hay que esperar y que la vida es indefectiblemente el camino hacia la única realidad que tenemos los seres humanos: la muerte. Pero mientras esta llega hay que amar para justificar esa marcha o esa espera de lo que vendrá. Es filosofía en un espectáculo teatral, cosa que no es frecuente en la cartelera de eventos escénicos caraqueños
ESPECTÁCULO
El montaje que logra la directora Carme Portaceli se ciñe al texto original, resuelve sus 20 personajes con diez actores venezolanos que comprendieron la carga poética de la pieza y del lenguaje, fundamentalmente, ya que buscaban, y lo logran hacer evidente, que hay que vivir, sentir y dejarse amar. Que hay que estar despierto para sentir el propio impulso vital y no lo que te dicen que hay que hacer, que hay preguntarse muchas cosas a partir de lo que dice nuestra propia consciencia.
Este puesta en escena, con un ritmo no apto para cardiópatas, es eminentemente hiperrealista en sus primeros dos actos, pero el tercero o ultimo, que es el mundo mental, está limpio y despojado de casi todo dispositivo y se usa todo el espacio escénico, y queda la imagen de un bosque con el piano de cola. La música es el otro superactor. Hay música y especialmente bandas sonoras, con lo cual se fabrica una especie de cajón o espacio sonoro, un mundo donde el espectador se sumerge y puede escuchar hasta su propio corazón…que le puede esta pidiendo amar al amor o vivir…porque mañana quizá no viva más. ¡Imposible aburrirse o dormirse en medio de aquel batiburrillo de situaciones complejas!
La directora Carme Portaceli contó con un equilibrado elenco criollo, donde al lado de veteranos había debutantes o bisoños comediantes, pero todos aceptaron el reto e hicieron posible aquella fantasía escénica donde se destaca la primera actriz Haydée Faverola y los verdaderos protagonistas que son Alexander Leterni e Indira Leal. También intervinieron, con plausible solvencia, Ludwig Pineda, Elio Pietrini, Mónica Quintero, Ángel Ordaz, Jesús Sosa, Jariana Armas y Lya Bonilla.
¿Cuántas interpretaciones escénicas son posibles de esa extraña pieza de García Lorca? Todas, según las condiciones creativas de quienes las escenifiquen y los juicios y prejuicios de los espectadores, ya que sin audiencia no existe el teatro como fenómeno de comunicación. Se hace camino con montajes así. Setenta y dos años más tarde, Federico está ante los venezolanos para su prédica.

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