martes, febrero 27, 2007

Todas o ninguna, o el poder de las mujeres

De aquel emporio de empresas culturales que Carlos Giménez fundó y mantuvo hasta su muerte (28 de marzo de 1993), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro sobrevive con dignidad, sin arrodillarse, y aún está en perenne búsqueda de espectáculos que además de atraer al publico brinde propuestas altruistas. No han tenido miedo a experimentar con obras de aparentes contenidos comerciales, propuestas audaces y hasta revolucionarias en cuanto a sus formulaciones ideológicas.
¿Cómo se come eso? Hay que ver su montaje Todo o nada en la sociedad de damas de San Joaquín de Boruy, escrito por Marcos Purroy, escenificado bajo la égida de Daniel Uribe y apuntalado con las entregas de las veteranas Aura Rivas, Carmen Julia Álvarez, Gioia Lombardini y Rosario Prieto, además de Liliana Meléndez, Sandy Siquier, Guillermo García y Williams Villamizar. El cual hace temporada en la sala 2 del Celarg para demostrar que cuando hay un teatro bien hecho el público se tira a la calle, a pesar de los horarios incómodos. No es una pieza original ni tampoco es un plagio como tal. Es una variación de la comedia O todos... ¡O ninguno!, recreación a la venezolana que Aníbal Grunn hizo, en el 2003, sobre la australiana Ladies Night, la cual a su vez es la base de la británica obra teatral y la película The Full Monty. Un argumento centrado en las peripecias de unos cuantos desempleados que optan por montar un show de striptease para las mujeres de su barrio, porque tienen que comer.
Pero Todo o nada... se muestra como las peripecias de unas damas pueblerinas que tienen que urdir el salvamento del miniclub social, desde donde exorcizan cotidianamente sus frustraciones existenciales, ahora amenazado por la ejecución de una hipoteca que no pueden cancelar. Por arte de birlibirloque, en ejemplar acto ético del autor, una de las señoras, encarnada por Álvarez, propone a sus pares que hagan un show al estilo del largometraje Full Monty y de ahí en adelante la tarea escénica es montar un desnudo colectivo con todo ese mujerero con cuerpos y edades no adecuados para mostrar desde un escenario.
Lo que pudo ser una variante femenina del británico Full Monty o del criollo O todos...¡O ninguno! se transformó en una asombrosa pieza feminista que incita a luchar por la libertad como única razón de la vida misma para esa mujeres a punto de quedarse en la calle y sin local donde drenar sus incertidumbres.
¿Qué paso? Nada, salvo que la verdad de esas desahuciadas dispuestas a mostrar sus arrugadas carnes para conmover con sus dotes de stripteseras impacta por su verismo y el excelente desempeño histriónico. Todas compiten en el show que cierre el espectáculo y levanta de sus sillas al crítico de las mil cabezas.Hay dos roles desempeñados por actores que producen pena ajena: el del travestí callejero y un amanerado profesor de baile. Ambos no asumieron bien sus roles y optaron por “masculinizar” a sus ambiguos personajes.

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